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ECONOMIA POLITICA - El precio
POR QUE PAGAMOS CIERTO PRECIO POR LAS COSAS
La utilidad se considera correlativa del deseo o necesidad, y ya hemos dicho que la medida
de los deseos se encuentra en el precio que una persona está dispuesta a pagar por el
cumplimiento o satisfacción de los mismos.
Existe una gran variedad de necesidades, pero hay un límite para cada necesidad especial.
Esta tendencia familiar y fundamental de la naturaleza humana, está expresada en la ley de
la utilidad decreciente, que podemos enunciar de la siguiente manera: si una persona se
aprovisiona de cierto bien, ya sea comprándolo o fabricándolo por su cuenta, la utilidad
total que obtiene del mismo aumenta al aumentar la cantidad, pero la utilidad de cada
aumento sucesivo del bien, aun cuando sean porciones iguales, disminuye. Es decir, si
suponemos que aumenta la cantidad de un bien cualquiera en porciones iguales, la utilidad
total que nos proporciona crece, puesto que se van sumando las utilidades de cada porción,
pero la utilidad que nos reporta cada porción decrece, y llega un momento en que un
nuevo incremento del bien no tendrá para nosotros ninguna utilidad; nuestra necesidad ha
sido satisfecha y no estaremos dispuestos a pagar un precio por nuevas cantidades de ese
bien.
En este orden de ideas habrá cierta porción cuya compra nos sea indiferente por
encontrarnos ya sobre el límite de la satisfacción; lo mismo daría comprarla o no, ya que la
utilidad que esperamos obtener de dicha porción es exactamente igual al sacrificio o precio
que nos cuesta obtenerla. No hay beneficio en el cambio Pero si en tal caso una persona
duda, y se decide al fin a cambiar, esperando obtener un último incremento de utilidad,
dicha compra será su compra marginal, y la utilidad que espera obtener de ella, su utilidad
marginal.
De todo esto se sigue que, a medida que aumenta la cantidad de un bien, se está dispuesto
a pagar un precio cada vez menor por las sucesivas porciones de ese bien. Por otra parte,
nos encontramos con el hecho de que cuanto más se gasta en una cosa, menos queda para
gastar en las demás; es decir, se produce un desequilibrio en la satisfacción de las
necesidades, y ya sabemos que el hombre actuando económicamente tiende continuamente
al equilibrio, o sea, a igualar los grados finales de satisfacción de todas sus necesidades.
Introduciendo el nuevo concepto estudiado de utilidad marginal, podemos decir ahora que
el equilibrio económico para una persona es aquella posición que, luego de una serie de
cambios de unos bienes por otros, se define por la igualdad de las utilidades marginales de
todos ellos.
La ley de la utilidad decreciente y la tendencia al equilibrio reduce en un doble proceso el
precio que se está dispuesto a pagar por cada aumento sucesivo del bien.
Interpretemos ahora esta ley de la utilidad decreciente con un ejemplo. Tomemos un
artículo como el té, que tiene demanda constante y puede adquirirse en pequeñas
cantidades, y supongamos que el precio de una libra de té de cierta calidad es de dos
chelines. Si a dicho precio una persona adquiere diez libras al año, es decir, que su
demanda anual de té equivale a diez libras, de acuerdo a la referida ley podemos suponer
que la diferencia entre la satisfacción que obtiene al comprar nueve y diez libras, es
suficiente para que esté dispuesto a pagar dos chelines más por la décima libra; que al no
comprar una undécima libra, demuestra que para dicha persona tal libra más no vale dos
chelines. Es decir, que dos chelines es la medida de la utilidad que le proporciona la libra
de té que está en el límite o final de sus compras; es la medida de su utilidad marginal. Si
denominamos precio de demanda el precio que se está dispuesto a pagar por libra, dos
chelines es su precio de demanda marginal. Y nuestra ley puede enunciarse entonces como
sigue: cuanto mayor sea la cantidad de una cosa poseída por una persona, tanto menor
será, si los demás factores —poder adquisitivo del dinero y la cantidad de dinero de que
dispone— no varían, el precio que pagará por un poco más de dicha cosa, o en otras
palabras, disminuirá más su precio de demanda marginal.
La vigencia de esta ley está supeditada a cierta condición, a saber: que el tiempo no
produzca ninguna alteración en el carácter o gustos de la persona. No constituye, por
consiguiente, excepción el hecho de que el hombre que oye con frecuencia tocar buena
música, tienda a aumentar su afición por ella, de que la avaricia y la ambición sean a
menudo insaciables, ni el de que la virtud de la limpieza y el vicio de la embriaguez
aumenten a medida que se van practicando. Esto se debe a que, en tales supuestos,
nuestras observaciones se refieren a cierto período de tiempo durante el cual el hombre ha
variado en sus gustos.