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ECONOMIA POLITICA - Las necesidades de la vida humana
La vida humana reposa, en su conjunto, sobre la satisfacción de determinadas necesidades.
En la ampliación y refinamiento de las mismas, radica el desarrollo de la cultura material y
espiritual de los pueblos.
Entendemos por necesidades, los deseos de disfrutar o usar de ciertas cosas, a las que
atribuimos la propiedad de satisfacerlas. O como también se ha dicho, necesidad es la
sensación de una falta, asociada al deseo de hacerla desaparecer.
Para nuestro estudio, y sin tratar de establecer límites estrictos, nos interesan las
necesidades que están más íntimamente ligadas con el bienestar material, y principalmente
aquéllas para cuya satisfacción el hombre está dispuesto a efectuar un sacrificio o trabajo
susceptible de ser medido o estimado en dinero.
También las necesidades puramente espirituales —escuchar buena música, deleitarse con
libros selectos, etc.— revisten cierto carácter económico, ya que sólo son accesibles para los
que han logrado una posición a costa de lucha y sacrificio. Y es que en la vida
contemporánea, entre el sujeto que aspira a satisfacer una necesidad y la satisfacción
misma, existe una relación indirecta o mediata; tanto el obrero que trabaja como el
profesional que presta un servicio, no lo hacen para satisfacer una necesidad con ese solo
hecho, sino para adquirir el medio de hacerlo. El dinero con que son pagados les permitirá
adquirir los bienes y servicios necesarios.
Las necesidades son ilimitadas en su número. Decía al respecto el clásico economista
francés F. BASTIAT: "apenas el hombre se viste, ya quiere tener una casa; tiene una casa,
quiere adornarla; satisface las exigencias de su cuerpo, y el estudio, la ciencia y el arte
abren a sus aspiraciones un campo ilimitado". Son limitadas, en cambio, en capacidad.
Consideradas cuantitativamente, tienen un límite impuesto por la naturaleza. Así, la
necesidad de beber no podrá ir más allá de la satisfacción personal. Se podrá seguir
bebiendo hasta la saciedad, pero habrá siempre un límite impuesto por nuestro organismo.
"El placer continuado se degrada y disipa lentamente", decía ARISTOTELES en su Etica.
Según la urgencia de su carácter, las necesidades son naturales o fisiológicas y artificiales o
culturales. La clasificación no es estricta, ya que el carácter de la necesidad, así como
también la urgencia en satisfacerla, deriva del grado de civilización alcanzado por el grupo
social considerado y por la posición que en él ocupa el individuo. La necesidad de vestido,
habitación y calefacción de nuestros pueblos más civilizados, es muy distinta de esa misma
necesidad en los pueblos primitivos. También es distinto, dentro de una sociedad moderna,
el índice de urgencia de esas necesidades, ya se trate de un obrero o de un rentista.
A. MARSHALL —calificado economista inglés— considera que no podemos medir la
necesidad como proceso mental, sino estimarla indirectamente, por sus efectos, cuando se
manifiesta por signos exteriores. Es decir, por la acción desarrollada por el hombre para
satisfacerla. Si observamos que un individuo paga veinticinco centavos por un kilo de pan,
podemos suponer que su necesidad de pan equivale en dinero a veinticinco centavos.
Nadie puede medir con exactitud los propios estados mentales en distintas épocas, ni
cotejarlos unos con otros. Y nadie puede medir los estados mentales de otra persona, a no
ser indirectamente y por conjeturas. Aun tratándose de meros placeres físicos y de
sacrificios de la misma índole, sólo pueden ser comparados indirectamente por medio de
sus efectos, y en realidad, aun esta misma comparación es necesariamente conjetural a no
ser que ocurran en la misma persona y al mismo tiempo. El placer que dos personas hallan,
por ejemplo, en fumar, no puede ser directamente comparado, ni tampoco puede serlo el
que la misma persona encuentre en fumar en diferentes épocas. Marshall, en su Tratado de
Economía Política, dice: "Pero si encontramos que un hombre duda entre gastar unos
peniques en un cigarro o en una taza de té, o en volver a casa en coche en lugar de hacerlo
a pie, podemos seguir un razonamiento natural y decir que espera sacar de esos peniques
iguales placeres".