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ECONOMIA POLITICA - El ciclo económico
DIVERSAS EXPLICACIONES SOBRE LAS POSIBLES CAUSAS DEL CICLO
La regularidad con que aparecen los ciclos económicos ha hecho pensar que pudieran
depender de fuerzas físicas o extraeconómicas.
La más famosa explicación de esta naturaleza fue dada por el brillante economista inglés
w. s. JEVONS, en su Teoría de las manchas solares. Jevons establecía que las crisis que
había sufrido Inglaterra durante dos siglos, se sucedieron con intervalos de once años, co
incidiendo con la duración media del llamado ciclo de las manchas del sol, en el curso del
cual la superficie solar cubierta por manchas crece y decrece de un modo regular. La teoría
no es tan absurda como parecería a primera vista, ya que muchos hombres de ciencia creen
en la influencia magnética de las manchas del sol.
Algunos economistas han relacionado el ciclo económico con un ciclo climatológico, que de
existir sería la causa del primero. El profesor H. L. MOORE, de la Universidad de
Columbia, supone que las lluvias tienen también su ciclo; es decir, que las precipitaciones
pluviales medías anuales pasarían por un máximo, descendiendo luego hasta un mínimo,
para volver a ascender después; dicho ciclo se cumpliría en el término de ocho años.
Algo de cierto podría tener esta teoría si tenemos en cuenta que las variaciones del tiempo,
y sobre todo las lluvias, significan también variaciones en la demanda de productos de los
países industriales por parte de los países agrícolas. Pero la realidad la desvirtúa. Las
grandes cosechas no coinciden siempre con años de prosperidad; por el contrario, pueden
suponer un abarrotamiento con la consiguiente baja de precios. Por otra parte,
investigaciones posteriores han probado la existencia de ciclos de lluvias completamente
distintos; no solamente de ocho años, como suponía el profesor Moore, sino también de
cinco y de doce años.
Fuera de los que buscan en el mundo físico la explicación de las crisis, la gran mayoría se
inclina a pensar que es el mismo proceso económico quien lleva en sí el germen productor
de las fluctuaciones cíclicas.
Así, se ha creído ver una posible causa en la particular condición de los bienes de
producción. Los bienes, en general, pueden ser: de consumo y de producción; los segundos
se usan para producir los primeros. Ahora bien, mientras que en los bienes de consumo la
demanda es directa, en los de producción es indirecta. Es decir que, mientras un fabricante
de tejidos sólo tiene que calcular la demanda que el público hará de sus productos, el
fabricante de maquinarias textiles no sólo deberá tener en cuenta la demanda de tejidos por
parte del público, sino también la demanda de la propia maquinaria por parte del
industrial textil. Los bienes de producción son, pues, de un proceso más lento, y pasa cierto
tiempo desde el momento en que se resuelve la instalación de una empresa hasta que los
bienes llegan a influir sobre el mercado. El empresario de bienes de producción debe hacer
sus planes con muchos años de anticipación, lo que hace aun más complicado el cálculo de
la demanda a satisfacer.
Lo expuesto hasta aquí puede ocasionar lo siguiente: mientras se están instalando
empresas para los bienes de producción, y como deberá pasar cierto tiempo hasta que
puedan influir en la oferta, otros empresarios, empujados por una situación de escasez,
comienzan a su vez la instalación de nuevas empresas. Es fácil suponer lo que ocurre
cuando las empresas, terminada su instalación, se encuentran produciendo a todo vapor; el
mercado se inunda de productos y los precios caen.
El economista francés AFTALION ha dado una elocuente imagen del caso. Las cosas
suceden, dice, como cuando echamos carbón a la estufa; como éste tarda en arder, es
probable que otra persona sienta frío y agregue más cantidad de carbón. Cuando todos los
trozos de carbón estén en llamas, el calor será insoportable.
Si bien se acepta generalmente que esta característica de los bienes de producción tiene
algo que ver con el ciclo, no puede ser la causa única; explicaría el fenómeno para ciertas
empresas, ya que no es dable suponer que todas errarían en sus cálculos sobre la demanda.
Luego la depresión de unas estaría compensada por la prosperidad de otras.
Pero en la realidad ocurre que los precios y las utilidades de todas las industrias son
arrastrados tarde o temprano por la ola del ciclo que los eleva para dejarlos luego caer
estrepitosamente.
Una de las teorías más prometedoras, en cuanto a la explicación del ciclo, es la que sostiene
que sus causas se encuentran en el sistema monetario. Y existe un hecho que lo indicaría
así: los ciclos no se producirían si los cambios se realizaran por medio del trueque; es decir,
si no existiera la moneda.
Como ya hemos visto, la circulación monetaria depende, bajo un régimen de patrón oro, de
las existencias de metal. Como el oro no aumenta con la misma rapidez con que aumentan
las mercaderías, la moneda en circulación no sería suficiente para financiar una expansión
rápida de la industria, lo que origina la creación de otro medio distinto al oro, pero ligado a
él: los créditos bancarios.
Si luego de un período de crédito liberal llega un momento en que las reservas de oro no
guardan una prudente relación con los préstamos, los banqueros se ven obligados a una
restricción del crédito. El comercio, acostumbrado al activo ritmo impuesto por la
abundancia de dinero, siente como si le faltara el aire; sólo se puede conseguir crédito a
elevado interés. Es posible que los negocios se puedan continuar desenvolviendo en la
misma forma durante cierto tiempo, hasta que alguno, excedido en sus cálculos, quiebra e
inicia el pánico. Nada más contagioso que el pesimismo en los negocios; basta que alguno
suspenda sus pagos, o que solamente restrinja sus compromisos, para que se extienda con
creciente rapidez y en todas direcciones.
En todos los casos, el mal proviene del corte repentino producido en el crédito.
Puede decirse que el problema del ciclo está aún sin solución; lo único seguro, aparte de
que existen, y en lo cual se ha llegado al dominio de una técnica más o menos efectiva,
reside en la aplicación de medidas anticíclicas, para atenuar en parte las consecuencias
perniciosas de las fluctuaciones. Se aconseja así, en los períodos de prosperidad, para evitar
en lo posible un engañoso optimismo, que ya sabemos a dónde conduce, la restricción del
crédito y la economía en los gastos del Estado; mientras que se indican las medidas
contrarias para aliviar una época de depresión.
Todos los sistemas en los cuales se adopta, con distintos grados de intensidad, la
intervención del Estado en materia económica, persiguen como uno de los fines más
importantes la eliminación del ciclo económico y la desaparición de uno de los problemas
más angustiosos de la vida económica de los pueblos: es decir, de la desocupación, que
pasamos a analizar: