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DERECHO PUBLICO - Partidos políticos
Llámase "partido" (del latín pars, SE o fracción) al conjunto de ciudadanos que profesan las
mismas ideas y se conciertan para desarrollar una acción conjunta y solidaria. El partido es
"político" cuando tiene por objeto intervenir en la organización de los Poderes públicos.
La existencia de partidos políticos es necesaria en la forma representativa de gobierno, porque
el funcionamiento práctico del sufragio universal requiere la formación de grandes núcleos de
ciudadanos guiados por propósitos comunes y con probabilidad de influir eficazmente en los
resultados de la elección. Hay
personas desafectas a las lides electorales y que estiman su
actitud prescindente como una virtud. La verdad es que la prescindencia en la elección
favorece el advenimiento de políticos profesionales movidos por sus propios intereses. Los
partidos políticos son un elemento útil en toda democracia, pero llegan a ser indispensables
en el régimen parlamentario, en que las mayorías contribuyen a la formación del "gabinete".
El temor de que un gobierno partidista ajuste sus actos a las instrucciones de sus
correligionarios, no se realiza en los hechos. En Gran Bretaña, por ejemplo, es frecuente que
un gobierno conservador siga una política liberal, y recíprocamente, que un gobierno liberal
adopte medidas sugeridas por los conservadores. En principio, ningún funcionario debería
admitir mandato imperativo del partido que le elevó al poder, porque, una vez electo, se
convierte en representante del pueblo, lo cual no obsta a que simpatice y trate en lo posible de
desarrollar el programa que figuró en su plataforma electoral.
La denominación de los partidos responde generalmente a sus orientaciones políticas. Así hay
partidos federal, unitario, conservador, liberal, nacionalista, socialista, independiente,
demócrata, republicano, comunista, etc. Otros partidos llevan el nombre de su fundador o
director: bonapartista, orleanista, en Francia; carlistas, en España; alsinistas, mitristas,
irigoyenistas, peronistas, en la República Argentina; herreristas, en Uruguay. Algunos
partidos conservan nombres que en sus comienzos fueron despectivos: whigs (escoria) y torys
(bandidos), en Gran Bretaña; otros se distinguen con colores (blancos y colorados, en
Uruguay; camisas negras, en Italia).
Por su programa, hay partidos "personalistas" y "antipersonalistas". Estos últimos se jactan de
poseer plataformas de principios y no meras inspiraciones personales de sus jefes o caudillos.
No siempre la denominación responde a tendencias reales. Así, los dos partidos tradicionales
de Estados Unidos, el republicano y el demócrata, fundados respectivamente por Hamilton y
Jefferson para equilibrar las tendencias conservadoras con las liberales, han perdido con el
andar del tiempo su primitiva fisonomía y hoy sus principios de gobierno no difieren en
forma substancial.
En todas partes dos partidos principales se disputan tradicionalmente el predominio: el
partido conservador y el partido liberal. A su alrededor se han constituido otros partidos de
diferentes matices, unos con tendencia a la "derecha", otros a la "izquierda", otros al "centro".
Es fácil darse una idea de las ramificaciones partidistas al recordar la composición del
Parlamento francés antes de la guerra de 1939, en que había re- presentantes radicales,
radicales socialistas, republicanos demócratas, socialistas, republicanos socialistas, radicales
de la izquierda, republicanos demócratas de la izquierda, republicanos de la izquierda,
independientes de la izquierda, comunistas, demócratas, etc. Igual multiplicidad de partidos
hubo en el Tercer Reich antes de la segunda guerra mundial.
Los dos partidos tradicionales tienen tendencias típicas. El partido conservador suele ser
respetuoso de las instituciones vigentes y cultiva el sentimiento de la patria y de la religión.
Hay partido conservador moderado y partido ultraconservador. El moderado, sin desconocer
las nuevas fórmulas de la civilización, prefiere las innovaciones naturales y progresivas; es
afecto a la beneficencia pública y prefiere para gobernantes a personas de elevado rango
social, aunque también reconoce los merecimientos personales.
El tradicional partido liberal está dotado de un espíritu crítico tan agudo, que no reconoce
otra autoridad sino la considerada realmente digna de respeto. Propugna reformas sociales
progresistas.
No es nacionalista á outrance, porque considera al Estado como miembro de la gran familia
de las naciones. Preconiza la libertad dentro del orden y el progreso. Rinde homenaje al
verdadero mérito y desestima la pretendida suficiencia de las personas de encumbrada
posición social. Sólo admite leyes que sean la genuina expresión de la voluntad popular.