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DECORACION DE INTERIORES
Algunas ideas generales
La vida moderna es generadora de cambios, creadora de ideas nuevas,
renovadora de
puntos de vista: atrayente e incesante llamada, que mueve a ir siempre más allá.
Lo nuevo lleva como algo que acaba de salir del creador, un símbolo de vida que está aún
aureolado de la exaltada virtud vivificadora que tiene lo que comienza a ser. ¿Es, quizás, una
fuerza renovadora, una simbólica juventud, un fresco amanecer? Lo cierto es, que todo
cuanto vive y por lo tanto, cambia, atrae siempre a una parte rica e importante de nuestro
ser.
Sin embargo, y a pesar de ese desfile de ideas, atracciones, inventos, programas y planes
nuevos, mucho es lo que permanece atado a los bienes ya conocidos, a los pasados
momentos de felicidad, al bienestar que impregna lo que estuvo y está cerca de nuestra
propia vida.
Entre esos afectos irrenovables e irreemplazables está el hogar, la casa nuestra, la que no
sustituiríamos por ninguna otra, pues se ha sublimado por años de mutua convivencia. Sus
atractivos no pueden encontrarse en el más confortable y acogedor de los hoteles, o en la más
rica y atrayente vida de viaje. Porque el hogar es un símbolo de estabilidad, permanencia y
continuidad, de confort, de sentimientos íntimos, de horas apacibles, de inestimables
compañías, de contactos con nuestro propio ser. Es el reducto que han respetado las más
estrictas leyes del mundo civilizado, el lugar donde el hombre nace a la vida y donde se
cierra su etapa dinámica. El hogar es el hombre mismo.
Igual a sí y no obstante, sujeto a
cambios. Heredero de sus antepasados y no obstante,
habitante del mundo de hoy. Enriquecido por la tradición y el ayer, pero con el horizonte
siempre tendido ante los ojos.
Su permanencia y su atención requieren no menos intensidad que la solicitada por el
hombre. Como él, tiene el hogar su cuerpo y su espíritu. Cuerpo y espíritu que están también
en una relación de mutuas consecuencias y que a su vez reflejan el espíritu de quien lo
habita.
Las ideas de arte, la alegría, el sentido de la vida, la religiosidad, el amor, la fortuna, la
disciplina y aun las ideas más profundas y ocultas condicionan el hogar y atestiguan su
presencia en los más inadvertidos detalles.
Por eso, a menudo, se siente la necesidad de producir un cambio en la decoración de nuestra
casa. Algo se ha transformado, en nosotros, algo ha crecido y se ha desarrollado, y este
cambio interior necesita su expresión objetiva y no cesa en su empeño hasta que lo logra. ¡Al
fin se ha cambiado el tapizado del sofá rojo! Y después de hecho, todo vuelve a retornar a su
curso normal. Aquel breve cursillo de arte, seguido durante dos o tres meses con creciente
interés, pareció absolutamente inofensivo. Pero transcurre un año y una madurada
renovación del estilo, lo traduce en hechos concretos. Insensiblemente se fue modelando una
idea que quedó plasmada con ese cambio. Una semana después, al entrar desprevenidos a
ese mismo cuarto, el cambio sorprende agradablemente nuestro sentido de la armonía. Se va
"gustando" esa evolución en marcha.
Así el dueño y la casa, se acompañan y armonizan en la mutua y agradable labor de crear
satisfacciones íntimas. Como dos viejos amigos que van ligando recuerdos y aventuras.
Es importante "sentir" la casa como algo propio, pulsar su armonía e ir creando un acorde
perfecto entre ella y nosotros para modular y moldear en lenta labor nuestro perfil y su
fisonomía.
La decoración de la casa es, por ello, algo que debe ser muy cuidadosamente realizado. Pues
debe afinar con nuestro gusto personal, aun cuando ello no significa la negativa de recibir
sugestiones y consejos, y debe estar de acuerdo además con nuestra profesión, ocupación,
trabajo y medio de vida. La salud, el ánimo, las relaciones sociales y gran parte de nuestra
vida, están a su vez influidos por el hogar. Esto solo basta para hacernos comprender su
importancia, e interesarnos por saber algo más sobre el lugar en que transcurre nuestra vida.