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DECORACION DE INTERIORES - El niño, gran habitante de la casa
Por diversas razones el niño es uno de los habitantes de la casa que más tiempo vive en ella.
Allí desarrolla la mayor parte de sus actividades hasta que llega la edad de ir a la escuela; y
aun después, permanece en casa durante largos períodos. No obstante ello, es uno de los
habitantes a quien generalmente se dedica menos espacio. El automóvil tiene designada su
área, y las flores del jardín se extienden sobre largos canteros y tienen su bien ganado
espacio, conquistado con todos sus derechos. No todos los niños cuentan, muchas veces, con
tanto espacio para desarrollar los primeros años de su vida.
Esto obedece a un sinnúmero de razones, el conjunto de las cuales determina una posición
frente al niño que no es la que corresponde a la realidad.
Generalmente un niño es recibido en su casa con gran alegría. Salvo los padres que desde el
primer instante deben dedicar su atención y trabajos al recién llegado, los abuelos y tíos, aun
los hermanos y primos, ven en esa diminuta personita, un objeto de encanto y diversión.
Todo son risas cuando ríe y grandes festejos cuando se pone el primer traje de color y saltos
para que dé sus primeros gritos de alegría, y movimientos para que vea la luz y diversión
general cuando come, mira, mueve las manos o intenta pronunciar una palabra. Allí está el
capullo, y todos quieren intervenir de un modo u otro en su existencia. El traje a gusto del
papá, los escarpines del color que prefiere la tía, las mantas, regalo del abuelo. ;Con razón,
cuando crece, no se pone una sola de las corbatas que le regala la familia!
La aparente debilidad de esta nueva persona, el deseo sincero de hacerla feliz y darle todo
cuanto puede mejorar y acondicionar cómodamente su existencia, hace que todos quieran
intervenir directamente en su vida. "Mira cómo caminas". "Trata de controlarte cuando
hablas". "Lo mejor es que obedezcas al pie de la letra todo cuanto te digo". "No voy a
permitir que sigas pensando de ese modo".
Sin embargo, esa misma persona autoritaria no se acerca al peral a darle consejos sobre la
mejor forma de producir peras. Cuanto más, le aproximará un buen abono y le dará todo el
agua que conviene. Ni lo pone bajo una campana para dar forma conveniente a su copa.
Pero el niño crece oyendo siempre las mismas palabras a su alrededor: "¡Cuánto has
crecido!", y siente deseos de ponerse una lápida de mármol en la cabeza, y otro, en cambio,
oye: "Pero tú nunca creces un milímetro", y éste siente deseos de ponerse la lápida, pero en
los pies.
¡Cuándo trataremos de comprender a los niños! De acercarnos a su mundo con pleno afán de
ver, de poder serles útiles, pero dejarles libertad, de no presionar el desenvolvimiento, el
desarrollo de esas personalidades que deben crecer a nuestro lado, pero no debajo de
nosotros. Cada nuevo niño que viene al mundo es alguien que nos prosigue, que es portador
de un mensaje más avanzado, que es sostenedor de una idea que hará envejecer muchas de
las nuestras; que es el dueño de un horizonte, situado algo más allá que el nuestro. A su lado
debemos cambiar. Pero no pretendamos cambiarlo para adaptarlo a nuestro criterio. La
espontaneidad, la sinceridad, la seguridad son características que se pierden cuando un
control máximo va limando las formas de expresión, va enseñando a simular estados, va
demostrando constantemente la falta de eficacia en ciertas labores. El niño debe sentirse
incorporado a la familia desde el primer momento. Debe ser asimilado por el conjunto, por
esa comunidad a la que pertenece desde el día de su nacimiento y con la que sobrellevará
por un largo período de años las alegrías y los dolores que todo el grupo viva, pero
formándose de acuerdo con los planes que el Creador diseñó para él desde el principio. En el
capullo están ya los pétalos, el color y el perfume, mas si de la rosa queremos hacer una
margarita, destruiremos la flor.
Este concepto sobre el niño y las propias necesidades de su personalidad hará que tengamos
en cuenta muy especialmente el lugar que en la casa ha de destinársele. Un cuarto para el
niño es el primer horizonte donde ha de desarrollarse su vida. La luz, el aire, la vida en
pleno, debe poder penetrar a raudales. Su medio es viviente por excelencia, lleno de
empeñosos impulsos, de desatadas energías, de inquietas formas de expresión. No puede
contenerse, por lo tanto, todo ese cúmulo vital en una habitación cuya riqueza, cuyo estilo o
cuya distribución se vean constantemente amenazados por aquellas características infantiles
que queremos respetar. Los muebles deben adaptarse a quien ha de usarlos, de modo que no
sufran en sus condiciones por el abuso que de su resistencia hace el niño constantemente. El
niño que no puede moverse porque: "¡Vas a destruir el mueble!" o porque: "Vas a ensuciar la
alfombra", es un prisionero que está deseando escapar de la vista de aquel rostro que sólo
sabe limitar sus expresiones. El mundo del niño ha de adaptarse a sus costumbres y
movimiento, a su amor a la libertad, a la libre expresión, a su contagiosa alegría, a la
franqueza de sus gestos, a la espontaneidad de su vida, rica en matices, en expresiones, en
sensaciones humanas, en todo cuanto constituye el preciado don de la infancia y que nunca
lamentaremos bastante haber perdido o haber contribuido a hacer perder a quienes nos
rodean.
El mundo del niño, en la casa, es el recinto, el estudio, el gabinete de trabajo, dentro del cual
su vida se enriquecerá en sensaciones, en trabajos realizados a su medida, en expresiones
libremente manifestadas en emociones sencillas compartidas con sinceridad. No osamos
interrumpir el trabajo de las personas mayores en la casa. El padre usa su gabinete con
regularidad sin que se lo interrumpa. Alguien pinta un cuadro, sin que lo empujen para
pasar por allí. Pero un niño, tan fácilmente manejable aun cuando mueva furiosamente sus
piernecitas, se levanta junto con todos sus cacharros y se lo va trasladando del corredor al
cuarto de costura, de allí a la galería y finalmente al patio, pues debe realizarse la limpieza o
deben estar allí los mayores y él, como un trasto más, recorre todas las habitaciones de la
casa para acabar afuera.
Esto no puede ocurrir, si pensamos que esa respetabilísima personalidad humana está allí,
nos comprende, nos ama y espera, al menos, de nosotros, un mínimo de comprensión, y
encierra para nosotros el más tierno mensaje de amor que la vida puede hacer llegar a los
hombres.
CUARTO INFANTIL. Cuando no se dispone más que de un cuarto para dormir y para estar
los niños, se logra así un buen efecto.