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ASTRONOMIA - La Luna
ECLIPSES DE LUNA
Consisten en la interposición de la Tierra entre el Sol y la Luna, de suerte que ésta no puede
recibir los rayos del Sol al proyectarse sobre ella el cono de sombra. El cono de sombra de la
Tierra tiene una longitud de 3 a 6 veces mayor que la distancia del planeta a la Luna. Estos
eclipses sólo pueden efectuarse en las épocas en que la Luna se halla en oposición, o sea en
plenilunio.
REPRESENTACION ESQUEMATICA DE UN ECLIPSE TOTAL DE LUNA. Este astro,
sumergido totalmente en el cono de sombra CDP, proyectado por la Tierra, no puede recibir
la luz del Sol y queda ofuscado.
Si todo el globo lunar se sumerge en la sombra proyectada por la Tierra, el eclipse de Luna es
total; pero, si en virtud de circunstancias especiales sólo una porción del disco se oculta en la
sombra, quedando la otra parte en la penumbra, el eclipse es parcial. Pero, tanto en un caso
como en otro, la Luna penetra primero en la penumbra, perdiendo poco a poco su brillo, y al
salir del cono de sombra, lo recobra hasta alcanzar el brillo primitivo, una vez que se
encuentra fuera de la penumbra. Esto hace muy difícil, por no decir imposible, determinar
con exactitud el principio y el fin del fenómeno; de aquí que los eclipses de Luna no sirvan,
como los de Sol, para determinar exactamente los movimientos de la Luna. Como nuestro
satélite se mueve de Oeste a Este en su órbita, se sigue que el borde oriental del satélite sea
siempre el primero en entrar en la sombra.
En los eclipses totales de Luna, este astro permanece algo visible bajo el aspecto rojizo
oscuro; además, la duración observada no corresponde a la teóricamente calculada. Dicha
iluminación rojiza se debe al desvío de los rayos solares que atraviesan la envoltura gaseosa
de la Tierra. En efecto, este desvío hace que dichos rayos, en sus sucesivas refracciones, se
dirijan hacia el eje del cono de sombra de la Tierra, iluminando débilmente gran parte del
mismo en su región más alejada del planeta, y así, la longitud teórica de dicho cono,
calculada en unos 217 radios terrestres, queda reducida en totalidad a unos 50 radios. De
donde resulta que la Luna, distante de nosotros 60 radios terrestres, nunca penetra en el cono
puro de sombra, haciéndolo sólo en el cono geométrico débilmente iluminado por rayos
rojizos por efecto de la absorción atmosférica.
Cabe señalar que el aspecto de la Luna eclipsada no es el mismo en todas las ocasiones, ya
que las tonalidades y la luminosidad dependen de la mayor o menor transparencia de la
atmósfera en el contorno de nuestro globo visto desde la Luna. Si abundan las nubes y es
considerable la opacidad, la luminosidad será escasa, y viceversa. Supuesto un observador en
la superficie de la Luna, lo que para nosotros es un eclipse de la misma, sería para él un
eclipse de Sol; y observaría, en los momentos de la totalidad, que nuestro planeta aparece
rodeado por una aureola o filete brillante de diferentes tonos en las variadas regiones del
limbo terrestre.
Algunos autores han deducido de la discusión de los eclipses de Luna observados, que la
intensidad de la misma, durante la totalidad, sigue una marcha paralela a la de las
variaciones de la actividad solar, como si la superficie de la Luna poseyera alguna
fluorescencia que se intensificara al aumentar el valor de la radiación solar. Pero una revisión
atenta de estas variaciones ha demostrado que dicha relación, cuando menos sensiblemente,
no existe.
No es posible apreciar el primer contacto de la sombra, por la mucha difusión de sus bordes,
y los contactos de la sombra son también de determinación difícil, aunque no tanto. Tal vez el
mejor instrumento para la observación de un eclipse de Luna son unos buenos gemelos de
teatro o de campaña, de preferencia no prismáticos. La duración máxima de un eclipse de
Luna es de cuatro horas aproximadamente.
A causa de la difusión de los bordes de la sombra de la Tierra no pueden distinguirse los
contornos de los relieves terrestres. Algunos observadores, no obstante, han creído distinguir
el contorno de la cordillera del Himalaya en algunos eclipses, durante los cuales ese gran
macizo montañoso debía hallarse en el limbo de la Tierra, visto desde la Luna; pero la
observación es dudosa y las fotografías no la confirman.