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ASTRONOMIA - Las hipótesis cosmogónicas
¿ES POSIBLE CALCULAR LA EDAD DE LAS ESTRELLAS?
Se ha querido calcular la edad del Sol y de las estrellas basándose en una de las
consecuencias de la teoría de EINSTEIN, que asigna cierta masa a la energía. Nuestro Sol,
según cálculo de los relativistas, lanza al espacio, cada segundo, en forma de energía, la
prodigiosa masa de cuatro millones de toneladas, y esto viene haciéndolo desde un pasado
sumamente lejano. Esta masa, lanzada al espacio en forma de radiación, resulta perdida para
el astro, de modo que si este consumo no se repone por medio de nuevas aportaciones de
materia o de energía exterior, la masa del Sol irá decreciendo en la misma proporción. Ahora
bien, parece comprobado que esta reposición de energía no viene compensada, ni por las
aportaciones de materiales errantes, ni por la absorción de radiaciones llegadas del exterior.
Consideraciones parecidas deben hacerse con las estrellas.
Se ha calculado que la disminución de la masa de las estrellas es igual a la mitad del cubo de
su masa actual, dividida por 7,55 billones de años. Según esto, desde que el Sol contaba con
una masa doble que la actual (si es que alguna vez la ha tenido), han debido transcurrir 5,66
billones de años. Del mismo modo, aplicando este razonamiento a las épocas en que el Sol
tuvo 4 y 10 veces la masa actual, hallamos 7,08 y 7,47 billones de años respectivamente; con la
particularidad que aun cuando supongamos una masa 100 veces, 1.000 veces, n veces mayor,
nunca rebasaremos la antigüedad de 7,55 billones de años, que viene a constituir un límite
máximo, infranqueable, de la edad del Sol; o dicho en otros términos, el Sol, como tal, no
puede tener más de 7,55 billones de años.
Con respecto a la edad del universo, existen dos escuelas o tendencias: la de los partidarios
de la escala astrofísica, capitaneados por JEANS, para que la evolución de los astros creen ser
necesarias duraciones de billones de años, y la de los partidarios de la escala cosmológica,
capitaneados por EDDINGTON, que se contentan con duraciones más breves, de sólo miles
de millones de años.
Los partidarios de la escala astrofísica o larga se fundan en el tiempo requerido para que
pueda tener lugar la evolución de las estrellas. Se ha calculado que el Sol pierde anualmente
la diezbillonésima parte de su masa. Ahora bien, suponiendo que la reducción de masa
disminuye proporcionalmente con el tiempo, se llega a una duración anterior de 6 billones de
años para una masa inicial doble de la actual. Razonamientos parecidos pueden hacerse con
respecto a las demás estrellas; luego, la vida de éstas se ha de contar por billones de años.
Los partidarios de la escala cosmológica o corta parten de la teoría de la expansión del
universo. De ser cierta esta teoría, se tendría que cada 1.500 millones de años la densidad de
la materia del universo se reduce la décima parte. Según esto, hace 1.500 millones de años
esta densidad debía ser 10 veces mayor que la actual; hace L000 millones de años debía ser
100 veces mayor; hace 15.000 millones de años debía ser 100.000 millones de veces mayor; y,
en llegando a los 200.000 millones de años, nos encontramos con que toda la materia que
actualmente integra el universo (astros y nebulosas) se encontraría concentrada en un
volumen menor que el de una cabeza de alfiler, lo cual evidentemente no puede ser. Por esto,
de ser cierta la teoría de la expansión del universo, se deduce que la vida de las estrellas no
puede llegar a 200.000 millones de años.
En rigor, no hay oposición entre las dos escalas, astrofísica y cosmológica; pues no es
necesario admitir que la expansión del universo coincidiera con el principio del cosmos, sino
que la expansión pudo comenzar después de haber llegado las estrellas a cierto grado de
desarrollo. Los partidarios de ambas escalas tropiezan con dificultades serias: contra los
defensores de la escala astrofísica está el parecer de Veronet, que no admite las dos ramas en
el proceso evolutivo de las estrellas, y contra los defensores de la escala cosmológica está el
hecho de que el corrimiento de las rayas espectrales de las galaxias hacia el rojo no debe
necesariamente interpretarse como causado por la fuga de las mismas.