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ARTE - La pintura italiana del Renacimiento
ESCUELAS
LA ESCUELA ROMANA o de la Umbría, cuenta con cuatro nombres: el PINTURICCHIO, que
florece de 1455 a 1513, y pinta escenas históricas enmarcadas por bellas estructuras
renacentistas; PEDRO VANNUCCI, llamado EL PERUGINO, por ser natural de Perusa, que
cuenta, a más de la gloria de haber creado un tipo especial de Virgen, el haber sido el maestro
de Rafael Sanzio; PEDRO DELLA FRANCESCA, que además de sus decoraciones murales, es
un pintor de retratos, y nadie ha sabido como él captar el tipo de la mujer italiana de su época
y reproducirla en pequeños cuadros, en que la fantasía de los peinados no logra distraer de la
belleza incomparable de esas mujeres; LUCA SIGNORELLI (1450-1533), que decora la catedral
de Orvieto con enormes frescos que representan escenas bíblicas y en cuya pintura de Los
Condenados, parece como un precursor de Miguel Angel.
LA ESCUELA VENECIANA es la escuela del color. Aunque los grandes coloristas vendrán en
el siglo siguiente, ya desde entonces aparece el gusto por las coloraciones encendidas, por los
verdes maravillosos del Adriático, por los rojos y carmines africanos. JACOBO, GENTIL y
JUAN BELLINI; los tres son glorias venecianas: los dos primeros introducen el paisaje en la
pintura, como no podía ser menos en un lugar en que todo es paisaje, como Venecia. Juan
Bellini es el creador de un tipo de M'admira, con el Niño en pie, que nos ofrece por primera vez
la rara sensación de que nos está mirando. CARPACCIO (1455-1506) es un pintor histórico; sus
escenas están reproducidas con tal fidelidad, en la indumentaria, en la arquitectura, en el
movimiento de sus personajes que más que pintura parece haber creado una crónica sobre los
muros.
LA ESCUELA DE MANTUA se refugió en un solo pintor: ANDRES MANTEGNA; su solo
nombre basta para hacer de ella una escuela gloriosa. Dotado, como pocos artistas, de un
sentido exacto de la perspectiva, los frescos que aparecen en su ciudad natal, Mantua, y sus
cuadros de caballete, revelan la profunda ciencia de este hombre, y al mismo tiempo su gran
sentido de la pintura: basta recordar aquella imagen de Cristo Muerto, representado en
perspectiva huyente, con una fidelidad que no destruye la profunda emoción.
ANDREA MANTEGNA. "Llorando a Cristo muerto", se llama este cuadro de Mantegna, de la
escuela de Mantua.