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ARTE - El arte en la América precolombina
LA PINTURA
La pintura no florece con la misma intensidad que las otras manifestaciones artísticas. Es,
además, muy deleznable, por lo que no podemos apreciarla al igual que la arquitectura y la
escultura. Hoy sabemos, sin embargo, que floreció indudablemente entre los pueblos indígenas
de América, y cada día se realizan nuevos descubrimientos. Los aborígenes de México
decoraron sus edificios pintando sus elementos constructivos como los griegos, y con pinturas
murales. En Teotihuacán se descubrieron algunas de gran fuerza artística; unas son simbólicas,
como todo el arte indígena, pero otras se acercan más al realismo, como aquella que representa
el Paraíso Indígena, en que los hombres juegan, cantan y expresan, plásticamente, su inefable
felicidad.
También en Yucatán se han encontrado pinturas murales de gran importancia: ninguna tan
valiosa como la que representa escenas a orillas del mar, en el Templo de los Guerreros, en
Chichén Itzá. Aquellos hombres han olvidado por un momento su religión y se dedican a vivir
su vida como cualquier mortal. El último descubrimiento relativo a la pintura maya fue
realizado en mayo de 1947, en el lugar llamado Bonampak al norte del Estado de Chiapas. Se
conocían desde 1946; pero no fue sino en esa fecha cuando se descubrieron las decoraciones
pintadas en el interior de un templo. Representan una procesión de sacerdotes acompañados
por músicos que tocan fantásticos instrumentos. La coloración es viva, con grandes espacios
pintados en un solo color y se conservan en buen estado.
Tan interesante como la pintura mural es la que se desarrolla en los libros indígenas llamados
códices. Debe recordarse que esos pueblos sólo conocen la escritura pictográfica. El pintor, el
tlacuilo, es el sabio que guarda los secretos de las cosmogonías indígenas, los relatos históricos
y fabulosos de los pueblos, la cronología de sus reyes y las fechas en que debían efectuarse las
fiestas rituales. Aparte de su valor científico e histórico, que es enorme, estos documentos
tienen gran importancia artística. Su técnica es elemental: colores puros extendidos dentro de
perfiles negros; no existe perspectiva, las figuras más lejanas son las más altas, como en los
relieves egipcios. Pero su sentido de composición revela las grandes dotes decorativas de
aquellos pueblos: un pequeño cuadrete en un códice está decorado por un sinfín de figuras
armoniosamente distribuidas. Los códices indígenas sobrevivieron en la época colonial, si bien
ya con motivos cristianos.
No conocemos pinturas de los pueblos sudamericanos. Esto, sin embargo, no prueba que no
hayan existido, pues su pintura aplicada a objetos de arte industrial es magnífica. El sentido
pictórico que vemos en los vasos de los indios del Perú, así como las decoraciones, a veces
maravillosas, de las telas, ora bordadas o tejidas, demuestran sus dotes de armonía y de
estilización.