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ARQUITECTURA Y URBANISMO - La teoría de la Arquitectura
La historia general, con su visión  retrospectiva, reconstruye la escena y acontecimientos pasados y
juzga la conducta y la obra de quienes integraron sus escenarios.
Similar por su carácter al del cuadro aludido es el enfoque de los monumentos de otrora que
practica la historia de la Arquitectura. Esta, dentro de las reglas que le señala la respectiva
historiografía, se pronuncia sobre los monumentos, la sociedad que los erigiera y, a veces, sobre la
vida y condiciones de su autor. Entra en la averiguación de cuanto explica su razón de ser y de todo
lo relativo a su naturaleza formal y a su sentido esencial, haciendo revivir ambientes, actualizando
circunstancias y precisando fines.
La traslación del momento pretérito a la hora presente puede no responder a una necesidad; como
que el placer estético o un simple afán de información significan en algunos casos las solas causas
que provocan su estudio.
Pero también de esa actividad histórica puede derivar la utilización —en una nueva disciplina— de
cuanto suponga experiencia histórica. Así surge la teoría de la Arquitectura. Hija de una actividad
anterior, ella propone el sistema o dicta el consejo útil para la actividad presente, sea por aplicación
adecuada a las actuales exigencias de cuanto ya se experimentara en el pasado, sea intuyendo el
camino que resuelva para las nuevas necesidades la edificación conveniente.
Entre los antiguos arquitectos hubo teorizadores en Grecia y en Roma. Famosos fueron entre los
primeros Hermógenes de Alabanda (¿época alejandrina?) y entre los segundos Marco Vitruvio
Polión (siglo 1).
La época gótico-francesa señala por el camino de Villar d'Honnecourt, que nos ha legado un álbum
de sus dibujos, cómo concebían y diseñaban sus proyectos los maestros de su tiempo.
En el Renacimiento italiano se destacaron, entre otros, Jacobo Barozzio, llamado Vignola, Sebastián
Serlio y León Bautista Alberti.
En plena actualidad, el francés Le Corbusier, desde París, con su apasionante evolución de
principios y doctrinas, y Walter Gropius, alemán, radicado de años atrás en Estados Unidos, donde
enseña en la Universidad de Harvard, representan, reducida la serie a dos figuras prestigiosas, a los
teorizadores de nuestra arquitectura.
Nuevas técnicas, esqueletos metálicos o de hormigón armado, para sustentación de edificios;
nuevas necesidades impuestas por la hora, aeropuertos, hangares, cinematógrafos amplios,
auditorios monumentales, edificios recordatorios, y toda suerte de casas privadas concebidas al día;
y nuevos materiales o explotación nueva de algunos conocidos de la antigüedad, justifican la
necesidad de una teoría comprensiva del presente y previsora en relación al futuro próximo.
Pero, sobre todo, una nueva modalidad de vida impuesta por los cambios sociales, secuela de las
últimas guerras; y una nueva manera de erigir o reconstruir las ciudades y modificar las existentes,
siguiendo las reglas de un planeamiento de última hora, no exento de preocupaciones relativas a la
defensa, constituyen los móviles que aguzan el ingenio de los teorizadores y justifican, hasta en sus
posibles errores, la obra de los ensayistas.
La teoría de la Arquitectura se ocupa de los materiales producidos por la región o extraños a la
misma que permiten, por lo común, y aconsejan, en lo prudente, erigir en la campaña y en los
pueblos y ciudades, las viviendas y los edificios colectivos, industriales, comerciales y públicos
adecuados a la zona. Para lo cual puede inspirarse en los ejemplos nobles que procedan del
exterior, pero no tornarse una imitadora servil de cuanto proceda de ese exterior. Por tanto, analiza
los elementos de la Arquitectura y los juegos de sus posibles composiciones. Toma contacto con las
dominantes de ambiente social, de nivel, de panorama, de clima, vientos y lluvias (o nieve), de
orientación y de asoleamiento. Analiza superficies, volúmenes y proporciones, se ocupa de la
comodidad,
aconseja la decoración, precisa las escalas y se pronuncia por los colores. Otea en la
organización de las sociedades sus preocupaciones políticas, religiosas, industriales y económicas,
aconsejando las soluciones que en lo constructivo resuelvan dichas preocupaciones. Entra a
diferenciar las arquitecturas en atención al imperativo de su erección y a la naturaleza que ha de
circundarlas. Y con una justa preocupación por el divorcio que a veces separa la posición teórica de
la realidad práctica en la apariencia de los edificios cura también de corregir las ilusiones ópticas;
de magnificar, con recursos adecuados, el aspecto de los ambientes, y de emplear el juego de
números y de figuras para el logro de composiciones armoniosas.
Llenando, por así decir, los viejos odres con el nuevo vino en las obras tradicionales y creando con
la necesidad el órgano para afrontar las modernas, la teoría aporta sus luces al arquitecto y sus
enseñanzas al curioso. Guardados antes sus preceptos dentro del hermetismo de algunas escuelas;
conservados sus secretos a veces en una piedra (clave) que contiene el esquema formal del edificio,
como ha acontecido con ciertas obras góticas, hoy la Teoría de la Arquitectura es una disciplina
viva y ágil. Aliada con la ingeniería en cuanto se apoya en sus estupendos progresos técnicos, esta
alianza singular está llamada a conducir la Arquitectura contemporánea a grandes destinos.
Una visión aproximada de los alcances de la Teoría puede obtenerse de la siguiente enumeración:
Viviendas: comunes y suntuosas, urbanas y rurales, de obreros, de empleados, y para renta.
Hoteles.
Fábricas, laboratorios y depósitos.
Municipalidades, gobernaciones, tribunales de justicia, parlamentos y edificios administrativos
diversos.
Escuelas urbanas y rurales; colegios de enseñanza común o especial, normal, secundaria y
universitaria. Facultades y liceos. Academias navales, militares y de aeronavegación.
Museos de arte, de historia, de ciencia y de industria.
Jardines zoológicos, botánicos y de aclimatación. Acuarios y serpentarios.
Archivos y bibliotecas públicas. Bolsas de comercio, casas de acuñación de moneda y bancos.
Teatros, salas para conciertos, auditorios y cinematógrafos. Planetarios. Exposiciones. Panoramas y
dioramas.
Clubes sociales y deportivos. Gimnasios. Baños públicos. Estaciones termales. Establecimientos
para lavado y desinfección.
Mataderos, mercados y frigoríficos. Edificios de exposición y de venta.
Hospitales y sanatorios. Asilos de ancianos, de crónicos y de huérfanos. Maternidades y salas-
cunas. Hospicios diversos.
Edificios religiosos: templos y capillas. Monasterios y seminarios. Edificios para la prensa.
Monumentos funerarios: peristilos, tumbas y panteones; osarios, crematorios y columbarios.
Cuarteles. Cárceles. Reformatorios.
Estaciones de ferrocarril, de transporte automotor y marítimas y fluviales. Aeropuertos y
aeródromos. Hangares. Estaciones de servicio y para guardar automóviles, y finalmente:
Construcciones para correos, telégrafos y radiocomunicaciones.
Pero si, como acaba de verse, la variedad dentro de la actividad de los arquitectos es grande, los
principios que reglan esa actividad pueden reducirse a pocas cuestiones esenciales, que pasamos .a
analizar.