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ARQUITECTURA Y URBANISMO - La sucesión de Roma
ARQUITECTURAS MUSULMANAS
Probablemente el 632 d. de C. nació en la Meca, ciudad de esa parte de Arabia que los griegos
denominaron Pétrea, un hombre que habría de predicar una nueva religión, originar una nueva era
y promover un nuevo tipo de guerra, calificada como santa. Se llamaba Mahoma y se tituló profeta.
Enseñó que sólo había un dios, Allah; prometió a sus secuaces —los fieles— el goce de un paraíso
deleitoso y exigió la aceptación de sus principios hasta por la fuerza.
En las páginas del Corán, el libro religioso de Mahoma, se aconseja la práctica del aislamiento
(Islam); llamándose salvado (múslim) a quien confíe en Allah: de ahí los calificativos de islámica y
musulmana que suele aplicarse a la cultura de los árabes, y, en nuestro caso, a su arquitectura.
Impedida por prohibiciones religiosas la representación del hombre y de los animales, no produjo
el arte árabe ni escultura ni pintura que interese. Su arquitectura, limitada en sus aplicaciones a los
templos (mezquitas), a los palacios (alcázares), a los colegios (medersas), a los hoteles del desierto
(caravanserrallos), a los locales de negocio (bazares) y a las tumbas (turbés) , es, en cambio rica en
recursos, pintoresca y brillante.
Ladrillos, piedras, cales y yesos; maderas talladas o entrecruzadas, dorados, cerámicas, azulejos y
mosaicos, alfombras y tapices y, en general, los recursos propios de las tierras que conquistaron,
constituyen los materiales que emplearon o con los que enriquecieron su edificación, y la razón de
las peculiaridades de sus escuelas.
Amantes de las formas geométricas, estilizadores de los vegetales y explotadores de su escritura, la
decoración arquitectónica alcanza un relieve singular. En ella juegan como en las grutas de la
naturaleza, las estalactitas, que aplican bajo dinteles, arcos, pechinas y capiteles; los entrelazados de
líneas a base de triángulos, pentágonos y hexágonos; los arabescos combinando cintas, frutas, hojas
y flores; y las inscripciones en signos, oractificos (nombre que deriva de una ciudad, Kufa, próxima
a Bagdad), nerviosos y angulosos, ora cursivos, caligráficos y elegantes.
La Arquitectura emplea con frecuencia la cúpula sobre pechinas, de procedencia persa, peraltada, a
cono, alveolada, o bulbosa; torrecillas elegantes; y vanos para puertas y ventanas con arcos
distintos; peraltados, de herradura, ojivales, lobulados y festoneados con estalactitas. Las ventanas
suelen presentarse de a pares (gemelas) y los balcones sobre calles o jardines, velados para la
mirada extraña por una reja de tablillas cruzadas (mucharabi).
De interés resulta la distribución de las mezquitas: cuentan con un gran patio, que contiene la
fuente de las abluciones; y pórticos comunes por tres lados y uno profundo en el cuarto (haram), a
cuyo fondo una pared (kibla) contiene un nicho (mihrab) y está orientada hacia la Meca. Tienen,
además, un púlpito (mimbar); un lugar de honor, corrientemente bajo una cúpula (maksura); y
unas torres esbeltas (alminares), desde las cuales el sacerdote (almuédano) llama a la oración.
La obra musulmana se extiende desde el Indostán, en Oriente, hasta España, en Occidente,
gobernado el total en su período de mayor esplendor por los grandes califas de Bagdad en
Mesopotamia, El Cairo en Egipto y Córdoba en España. Hoy su arquitectura suele agruparse en las
llamadas escuelas de India, Turquía, Persia, Siria-Egipto y el Mogreb (resto del Norte africano y
España). Son monumentos notables: la tumba llamada Tadj-Mahal, en Agra, Indostán; la mezquita
de Ahmed I, en Constantinopla; varias en El Cairo y, también allí, las tumbas de los Califas; y en
España, la maravillosa Alhambra y el Generalife (la casa del arquitecto), en Granada, el Alcázar y la
torre de la Giralda (así llamada por su gran veleta) en Sevilla, y la mezquita en Córdoba.
Dos consecuencias singulares tuvo la presencia islámica en la Península: la arquitectura mudéjar,
realizada por los moros (así se llamaba a la raza allí), que, vencidos políticamente, trabajaron, sin
abjurar su religión, para los cristianos; y la mozárabe, realizada por cristianos al servicio de Dios
bajo la dominación musulmana.