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ARQUITECTURA Y URBANISMO - Materiales
Frente
al vario y trágico destino que han sufrido muchas nobles arquitecturas víctimas de los
terremotos, de la acción destructora de las guerras, de los incendios, del pillaje sistemático, de las
furias iconoclastas o de la simple pero fatal acción de los siglos, que las han reducido a ruinas, nos
asalta la idea de un paralelo: el del hombre en relación con su obra dilecta. Pensamos, con un dejo
de melancolía, que a ambos alcanza la tremenda advertencia del miércoles de ceniza: "Eres polvo y
al polvo tornarás".
Hijas del suelo de cada región, son construcciones típicas aquellas que con más fidelidad revelan en
sus respectivos materiales ser el producto de ese suelo; originando a veces con la sustitución de
esos materiales por otros, sin variación de la técnica, las llamadas arquitecturas trocadas. Porque la
tierra, llanura, altiplano o montaña, interior o litoral, desierta, estéril o de pan llevar, expuesta a los
vientos o poblada de bosques, dicta la ley de su particular necesidad a la vivienda, que retrata así,
con aspecto inconfundible, su atadura con el suelo.
Al hielo que emplean los esquimales en las zonas próximas al Polo Norte, corresponde la primera
cita: con él se erige una edificación semiesférica llamada igloo.
Tierras vegetales y arcillosas distintas darán origen a la teja, a la baldosa y a la obra latericia,
ejecutada en ladrillos (cocidos) o en adobes (crudos); cuando no empleada directamente, unida a
fibras vegetales, como es tan común advertir en zonas rurales de América.
Aislados o conjugados con la tierra empléanse vegetales fibrosos, la paja y el junco, las cañas y las
palmeras. Y como estructura sustentante, vigas y pilares; para solados o para cierre, en puertas y
ventanas; o directamente para realizar muros de troncos o de tablones, utilízanse las maderas de las
más distintas cualidades, auxiliadas frecuentemente con aceites, pinturas, barnices o lacas,
destinadas a su conservación o embellecimiento. Hoy asistimos a un resurgimiento de la obra
maderera (placas y terciados).
Piedras esquistosas como las pizarras, duras como los granitos, blandas como los alabastros,
intermedias como los mármoles de las bellas arquitecturas griegas; empleadas solas o asociadas con
el ladrillo; escuadras en la mampostería regular, con aparejos rústicos cuando se la recoge de los
lechos fluviales (piedra bola, en América) o con aparejo poligonal si se la emplea falta de labra, ella
constituye uno de los materiales más nobles con que cuenta la construcción. Bien pudo jactarse a
este respecto el emperador Augusto, al recordar a su pueblo que habiendo recibido de él una Roma
de barro, le devolvía una Roma de mármol.
Productos aglutinantes de la arena y del casquijo que unidos al agua tienen la propiedad de
fraguar, es decir, endurecer; naturales como las puzolanas (explotadas por los romanos en los
alrededores de Pozzuoli) ; o artificiales como las cales (las hidráulicas endurecen bajo el agua, las
grasas sólo en el aire) ; y los cementos del tipo Portland (cuyo color recuerda la afamada piedra de
dicha región, al sur de Inglaterra) , juegan importante papel en la formación de argamasas o
morteros (con cal o cemento) y hormigones (cal hidráulica o cemento, casquijo y arena).
Los metales, por último, aluminio, plomo, cinc, estaño, cobre y la aleación de estos dos, el bronce,
los hierros fundidos, o dulces y acerados, laminados en diversos perfiles, o presentados en barras
(hierro redondo), productos de la progresista industria metalúrgica, integran la construcción.
Chapas lisas de cinc para techumbres o chapas onduladas de hierro recubiertas de cinc
(galvanizadas). Tuberías y cubiertas de plomo; vigas, columnas, esqueletos, cerchas para techos,
puertas y ventanas, sus marcos, sus rejas y sus herrajes constituyen las oportunidades comunes de
usar los hierros más distintos, en algunos casos, artísticamente forjados. Las barras, asociadas de
modos diversos, se emplean a diario como armadura en la técnica del hormigón armado. Y el cobre
constituye una permanente solución como conductor en instalaciones eléctricas.
De antiguo procede la incorporación del vidrio a la arquitectura, probable invención de fenicios o
egipcios, fabricado por combinación de la sílice con la potasa o sosa. Hasta ahora insustituible para
construcción de pisos translúcidos y cierre de vanos transparentes, cada día más exigidos por la
arquitectura moderna, cuenta en su haber con el glorioso capítulo de las clásicas vidrieras góticas
de bellos colores.
De antiguo es también el empleo de las cerámicas vidriadas. Usadas las comunes en forma de
tuberías, se emplean las más nobles por resistentes, impermeables y decorativas, incorporadas a los
edificios. China creó, a base de una arcilla finísima, el caolín, la porcelana, que utilizó en obras de
gran aliento y arte refinado.
La última novedad en el orden que tratamos está representada en la construcción por los llamados
materiales plásticos. Productos por lo corriente sintéticos, logrados por combinaciones diversas, son
opacos unos y transparentes otros. Se denominan termorrígidos aquellos que, una vez elaborados,
no cambian bajo la acción del calor, por lo cual se los trabaja en el taller con cortes, perforaciones o
uniones como si de madera se tratara. Se denominan termolábiles aquellos otros que a
determinadas temperaturas se ablandan, pudiendo estamparse para obtener estructuras diversas
de una sola pieza.
El empleo de todos los materiales en el edificio en marcha supone el necesario auxilio de andamios
de madera o metálicos, tubulares, y máquinas de toda especie, perforadoras, excavadoras,
mezcladoras y transportadoras, en lo principal. Así, quedaron muy lejos las penosas operaciones
que sólo a base de palancas y planos inclinados, usados con indomable esfuerzo, permitieron a los
viejos arquitectos erigir muchos portentosos edificios del pasado.
La conservación de estos materiales en una permanente lucha contra la humedad obliga a usar
betunes, alquitranes y toda suerte de productos impermeables, como también aceites, barnices y
pinturas. Y la preferencia en su elección —aparte consideraciones de precio o facilidad en
obtenerlos—, favorecerá a los peores conductores del calor y del sonido. En función de la
tranquilidad, el arquitecto está atento a evitar la propagación de los ruidos; y en función del clima,
se aplica a impedir la dispersión del calor logrado en los interiores, o a evitar la invasión del calor
exterior a los ambientes que se desea mantener frescos. Ciertos malos conductores del sonido y del
calor, entre ellos el corcho, se emplean para tales finalidades.
Como si de una paradoja se tratara, este apartado, que inició la lista de los materiales con el hielo, lo
cierra con el aire. Porque atento su bajo índice de conductibilidad calórica, conviene al arquitecto
almacenarlo en el juego de los techos, entre cubiertas y cielo rasos, en las paredes dobles o en los
simples ladrillos huecos.