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ARQUITECTURA Y URBANISMO - La Arquitectura en el arte
LOS FINES DE LA ARQUITECTURA
Desde su formación en la escuela donde año tras año se le impartiera la enseñanza de la
composición, el arquitecto encuentra natural que el ejercicio de su carrera radique en "componer".
La actividad posterior de dirigir una obra salida de su estudio o taller, no quita ni pone jerarquía a
su tarea fundamental. No amplía ni merma tampoco la supremacía de la principal, el cumplimiento
de otras funciones para las que algunos, no obstante, se especializan. Así, el conocimiento de la ley
civil, de los códigos y de las reglamentaciones atinentes a la edificación; así, el dominio del cálculo
de estructuras resistentes y de la organización de instalaciones complementarias; así, la realización
de operaciones de cómputo de materiales y artefactos, para concluir en los presupuestos de precios;
así, la realización de estimaciones, peritajes y tasaciones necesarias a particulares, jueces,
sociedades y bancos de préstamos hipotecarios y compañías de seguros; así, finalmente, el noble
ejercicio de la docencia.
El proyecto, resumen de la composición, se funda en la previa noticia del programa de necesidades
con precisiones sobre los caracteres del terreno y los límites de coste. Tiende a resolver las
necesidades de cada fábrica particular y aspira a ser un hijo legítimo de su tiempo. Compuesto por
el profesional en el silencio placentero de su taller, producto de su formación técnica y de su
sensibilidad artística, este proyecto se afirma en lo antiguo, en cuanto goza su autor de las ventajas
de la experiencia histórica; y se define para lo actual, en cuanto, al partir de la teoría necesaria,
resuélvense sus trazas por la solución apetecida.
Cuadra, pues, imaginar al arquitecto contando, fuera de su indispensable vocación, con una cultura
enraizada en la visión del pasado lograda por la senda de la historia de la Arquitectura; y
afrontando las exigencias del presente por su contacto con esa viva y renovada disciplina que
conocemos por teoría de la Arquitectura. Esta última hace de él un hijo de su siglo, atento siempre a
las cambiantes de la sociedad y a las consecuencias, cada vez mayores, de los procesos técnicos.
Aquella otra, en cambio, la historia de la Arquitectura, especialización de la historia del arte, le
brinda el consejo de la experiencia. Pero siempre que no se la confunda con el frío análisis de ruinas
que realiza la Arqueología, o no se la considere como sólo un catálogo de estilística.
Procede, finalmente, aceptar como útil la formación del juicio artístico del arquitecto, una
información filosófica grada por vía de la estética.