Textos    |    Libros Gratis    |    Recetas

 

.
ARQUEOLOGIA - Trabajos fuera de Europa
LOS HOMBRES FOSILES EN EL AFRICA
Así como el Asia, por su inmensidad territorial se nos presenta como de muy posible división
en zonas diversas, ocupadas por culturas igualmente diferentes, el continente negro nos
muestra, igualmente, un cuadro de influencias culturales prehistóricas bastante vario y
diverso. De él lo más conocido, desde luego, son las regiones más vecinas a Europa, aquellas
que, desde los albores del cuaternario, han debido tener con las regiones meridionales
europeas contactos culturales, traducidos en acciones e interacciones recíprocas, según lo han
demostrado los hallazgos negríticos de Grimaldi. Desde épocas remotas el norte de Africa y el
sur de Europa han constituido regiones muy similares, por su clima —regulado por la
presencia del Mediterráneo—, por su flora y por su fauna. El hombre, mera partícula de esta
última (si se le mira con un criterio puramente naturalista), no tiene por qué haber diferido
esencialmente. Los hallazgos paleolíticos confirman esta suposición: el instrumental de piedra
tallada es idéntico al de los períodos clásicos europeos.
Dentro del norte de Africa, y por razones obvias, Egipto resulta uno de los primeros países
explorados, tanto desde el punto de vista cronológico como desde el de la intensidad de las
búsquedas verificadas. El mismo hecho, de haber servido, más modernamente, de sede a una
de las más elevadas culturas que la humanidad ha producido, hizo converger sobre ese
territorio investigadores capaces, decididos a rastrear los orígenes de la civilización egipcia
hasta tan lejos como les fuera posible. Desde la época en que Worsaec halló los primeros sílex
tallados, es decir, desde 1867, franceses e ingleses se han disputado, por igual, el cetro de estos
estudios. Arcelin, Hamy, Lenormant, Delanoue, J. y H. de Morgan, entre los primeros y
Haynes, Seligman, Flinders Petrie, Forbes y Beadnell, entre los segundos, han realizado
búsquedas en todo el valle egipcio, encontrando la prueba de una ocupación paleolítica de ese
territorio por parte del hombre. Hachas de mano, punzones, raspadores, y muchas de las otras
formas chelenses, achelenses y musterienses fueron encontrados en diversos yacimientos, de
los cuales el principal acaso sea el de las cercanías de Tebas. Esos materiales fueron hallados en
muy viejos depósitos aluvionales, correspondientes a la época en que el valle del Nilo no
estaba completamente concluido, lo cual habla elocuentemente de su remota antigüedad. Otras
localidades del Alto Egipto han dado, también, testimonios semejantes, los cuales fueron
recogidos asimismo, en el desierto de Libia.
MINAS DE SILEX EGIPCIAS. Este croquis topográfico de los trabajos de relevamiento
efectuados por el arqueólogo Seton Karr, en la localidad de Ouadi el Cheikh (Egipto) muestra
—como pequeños redondelitos, a veces agrupados y otras unidos en hilera— las bocas de las
minas. Según de Morgan.
Pocos años después de los primeros descubrimientos paleolíticos en el Egipto, en 1875, Bleicher
encontró los primeros instrumentos de tipo achelense en Ouzidan (Berbería). Palikao y
Aboukir proporcionaron buenas colecciones de piezas chelenses y musterienses, íntimamente
relacionadas con fauna fósil. En 1887, otro yacimiento, esta vez en los alrededores de Gafsa, en
Túnez, dio la primera oportunidad de encontrar una verdadera superposición de industrias
líticas en un mismo lugar, a la manera europea. Collignon, que las estudió, demostró su
identidad con la de los principales períodos europeos, que ya conocemos. La más antigua capa
arqueológica correspondía a formas similares a las de la industria chelense europea. Nuevas
investigaciones realizadas en el mismo yacimiento por Couilla y J. de Morgan, han revelado
que las separaciones por períodos no son, sin embargo, tan netas como el investigador
precedente lo creía. Por el contrario, en el estado actual de los estudios africanistas, parece que
la norma es, más bien, una cierta confusión de los estratos culturales.
Hallazgos superficiales —factibles por el constante desplazamiento de las arenas por acción de
los vientos— han sido efectuados por una muchedumbre de autores, en el Sahara, desde la
época en que el abate Richard hizo los primeros descubrimientos. Es natural que haya cierta
concentración de los hallazgos en torno de las aguas potables, extinguidas o actuales. Este
elemento vital para el hombre —el agua— ha regido, desde siempre, su instalación sobre el
terreno y ello se advierte en el Sahara, por las condiciones propias del terreno, mejor que en
ninguna otra parte. Esos hallazgos comprenden instrumentos similares a los de los períodos
musteriense, auriñaciense, tardenoisiense y capsiense. Los estudios de Gautier parecen indicar
que esas formas paleolíticas han persistido, en esa región, durante el período Neolítico y han
llegado, finalmente, hasta la Edad del Hierro.
En el Africa ecuatorial, las Costas del Marfil y del Oro, el Sudán, el Senegal y el Congo han
proporcionado diversos elementos demostrativos de la presencia del hombre paleolítico. La
Somalia ha dado, también, hermosas y abundantes hachas de mano talladas de acuerdo con el
tipo amigdaloide. Mozambique sólo ofrece, en cambio, según los estudios de Wayland,
groseros instrumentos de piedra tallada, resultantes de fuertes golpes y carentes de todo valor
representativo de una cultura primitiva afinada. Esta rápida recorrida demuestra que, como
era de prever, el interior del Africa es mucho menos conocido que sus bordes, especialmente
en los extremos tanto del norte como del sur de ese continente.
En efecto, los estudios practicados por
investigadores ingleses en Rhodesia, Zambeze,
Transvaal, Orange y Colonia del
Cabo, han permitido reunir en el South
African Museum
colecciones interesantes y numerosas de una industria paleolítica que va desde las hachas de
mano chelenses
y los tipos almendrados
achelenses hasta la finura
y diversidad de los
instrumentos auriñacienses. Es curioso hacer notar, sin embargo, que la mayor parte de estas
piezas corresponden a hallazgos
superficiales. Los principales investigadores de esta región
son los geólogos Johnson y Codrington y los arqueólogos loes, Leith, Feilden, Lamplugh,
Balfour, Mennel, Chubb, Péringuey y Smith. En oposición a aquellos hallazgos, habitualmente
superficiales, el prehistoriador Obermaier ha descrito un hacha de mano encontrada a cinco
metros de profundidad en el antiguo lecho de un río de la región de Natal. Pero este y otros
hallazgos parecidos no son sino excepcionales. Esta ausencia de capas arqueológicas impide
estudiarlos estratigráficamente.