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ARQUEOLOGIA - Los pobladores primitivos de América
ANTIGÜEDAD DE LOS RESTOS FOSILES EN AMERICA DEL NORTE
Una de las pruebas habitualmente utilizadas por los prehistoriadores europeos para la
determinación de la antigüedad de ciertos restos humanos es su asociación con los de la fauna
fósil. Este procedimiento ha sido igualmente empleado en América del Norte desde lejanos
tiempos, especialmente por Wilson y Osborn, aunque las primeras observaciones datan de
1839. Hachas de mano, puntas de sílex, láminas aguzadas, han sido recogidas en terrenos
sembrados de osamentas de elefantes y de mastodontes en Tennessee y en otros estados de la
Unión. Y en el recordado, se han hallado, repetidamente, restos humanos vinculados con
huesos de desdentados fósiles, especialmente en una caverna, en la cual los hallazgos óseos de
fauna fósil eran frecuentes, como lo denuncia su nombre: Big Bone.
Similarmente a lo acontecido con algún otro sensacional hallazgo de la América del Sur, de que
más adelante hablaremos, Martín ha encontrado incrustada en el omóplato derecho de un
bisonte fósil, en un yacimiento cuaternario, una punta de sílex trabajado. Williston postula que
este hallazgo es suficientemente demostrativo de la contemporaneidad del hombre y de
aquella especie fósil del bisonte. En contra de este tipo de argumentaciones otros autores, como
Clarke, sostienen la continuidad de la existencia de ciertos mamíferos (como por ejemplo el
mastodonte) hasta el comienzo de los tiempos modernos, con lo cual desaparecería la prueba
de la antigüedad humana. Esta tesis se fundamenta en el carácter muy superficial de algunos
de los yacimientos faunísticos, así como en las representaciones de mastodontes en objetos
grabados, hechos de conchillas de moluscos y de pendientes de piedra y encontrados en
Delaware, Pensilvania y Missouri.
La antigüedad del hombre en América del Norte puede señalarse por dos tipos de
documentos: los restos humanos y los vestigios de industria. Para éstos, debemos referirnos a
los diversos hallazgos de objetos de piedra tallada, de edad pleistocena, encontrados en
diversos estados de la Unión (Minnesota, Nevada, Indiana, Ohio, Nueva Jersey, etc.), así como
en México. Precisamente es en el último yacimiento norteamericano citado en el que se han
detenido, con mayor vivacidad, las discusiones que los restos hallados motivaron. En efecto, en
1875, Abbott encontró instrumentos de cuarcita y argilita, en el antiguo lecho del río Delaware.
No vaciló en considerarlos como representativos de una industria humana muy primitiva en
sus manifestaciones v muy antigua. En efecto, su similitud con algunas hachas amigdaloides
europeas era muy grande. Además estas piedras talladas eran encontradas en terrenos que
contenían restos de fauna fósil. Vale decir, que las condiciones del yacimiento parecían indicar
formalmente la presencia de un hombre pleistoceno en América del Norte. Quince años
después Holmes, Mac Gee y Brinton mostraron la similitud de estos supuestos vestigios
pleistocenos con los núcleos abandonados por indios de la época de la Conquista, después de
haber obtenido láminas o lajas diversas de ellos. Algo más tarde todavía, una contrarreacción
de Boule, en 1893, pretendió devolverles el crédito. Las opiniones se dividieron: Chamberlin
negó su antigüedad, en tanto que Putnam la afirmaba.
Por último, Volk y Abbott, en 1911 y 1912, por vías distintas, llegaron a las mismas
conclusiones. Ellas han permitido establecer que existen en esos yacimientos tres estratos que
encierran otras tantas capas culturales. El más antiguo es una formación fluvio-glaciar,
efectivamente pleistocena, y en la que aparecen los núcleos antiguos que parecen estar tallados.
Por encima de ella se nota la existencia de una capa amarilla, arenosa, de cuarcitas y argiritas
indiscutiblemente talladas, de factura evidentemente más antigua que la de los indígenas de la
época de la ocupación inglesa del territorio. Por último, hay una capa superficial, de tierra
negra, en la cual se encuentran vestigios de cerámica y piedra pulida, que son los
pertenecientes a los indios lenapé, que el hombre blanco encontró al ocupar esas tierras.
La huella de pasos humanos, impresa por el peso del hombre sobre la superficie de arcilla
natural o de lava volcánica, se ha creído encontrar en Carson (Nevada); pero estudios más
minuciosos han demostrado que las supuestas huellas humanas eran las dejadas por algunos
grandes desdentados. Un hallazgo similar cerca del lago de Managua, en la América Central,
debe de ser muy moderno, pues los pies debieron estar calzados con mocasines. Sin embargo,
una capa superior muestra la existencia de huesos de mastodontes. Hrdlicka supone que se
trata de movimientos del terreno, que habrían alterado el orden natural de sucesión de estos
estratos.
En cuanto a los restos de industria, habría que comenzar por los que los dos autores antes
mencionados, Abbott y Volk, encontraron en Trenton, durante las investigaciones que antes
hemos reseñado. Son documentos insuficientes, muy destruidos, y que, por lo tanto, no
pueden dar una respuesta concluyente a aquella pregunta capital.
LOS SILEX DE TRENTON. Mucha tinta han hecho correr los instrumentos tallados en trozos
de argilita que han sido hallados en los terrenos aluvionales de Trenton, a dos metros de
profundidad. Según Wilson.