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ARQUEOLOGIA - La Edad de los Metales en América
LOS GRANDES TESOROS DE PERU
El otro gran centro de la metalurgia andina es el Perú. Tanto las culturas preincaicas de la
costa, como el imperio del Tahuantisuyo, que las anula y las sucede cronológicamente, son
productores intensos de una metalurgia muy evolucionada. En cuanto a los primeros, basta
recordar los grandes ejemplos de los estupendos objetos de oro y plata —pero especialmente
de oro— recogidos en las tumbas de Chan-Chan o de otros grandes centros de población. A
este efecto recuérdese los objetos de oro, provenientes de una tumba principal, hallados en la
capital del reino del Gran Chimu, y hoy existentes en el Museo Chiclín, de Trujillo, o los
adornos chimu de oro de las colecciones del Museo Nacional de Lima. Todo esto es sólo una
pequeña parte de la enorme riqueza en oro y plata extraída de las huatas de Chan
Chan,
especialmente de las denominadas "el Obispo" y "Toledo".
Pero en donde aparece esta riqueza como extraordinaria —ya por su reiterativa insistencia en
las páginas de los cronistas, ya por su concentración en virtud del régimen centralista de
gobierno predominante, es en el imperio incásico. El primer contacto entre Atahualpa y Pizarro
no le va en zaga al anteriormente recordado de Moctezuma y Cortés. Francisco de jerez, primer
secretario de Pizarro y uno de los más diestros jinetes de su séquito, nos ha dejado una
descripción magnífica del Inca y de su acompañamiento, al llegar a la ciudad de Cajamarca,
lugar del encuentro. La riqueza de adornos de metales preciosos era abrumadora,
especialmente para los codiciosos españoles. Atahualpa, sentado sobre un trono de oro y
llevando en su cuello un collar de esmeraldas debió de parecer una presa tan atrayente al
núcleo, reducido y audaz, de los conquistadores, que parece extraordinario se contuvieran en
echársele encima hasta el hipotético episodio de la ofensa a los Evangelios. Sólo más tarde
pudieron apreciar sus cautivadores hasta dónde era de ejemplarmente grande la riqueza de su
presa. El Inca no comía más que en vajilla de oro y no usaba plato ni copa más de una sola vez.
Una de sus viviendas tenía un jardín artificial, hecho todo en oro, en que árboles, ganado y
pastores estaban moldeados en aquel metal. De allí que pudiera ofrecer a sus captores, como
rescate a
cambio de su libertad, llenar la habitación en que se le retenía prisionero hasta la
altura de su mano extendida hacia el techo, de oro, y las dos inmediatas a aquélla, de plata.
Tal fue el famoso e inmenso "rescate del Inca", que —como es notorio— no llegó a cumplirse,
pues la codicia y el temor pudieron más que el buen gobierno y que el sentimiento de justicia.
Además, ya en la propia ciudad del Cuzco, había una eran acumulación de oro, pues toda
cantidad de este metal que entraba no podía volver a ser sacado, bajo pena de la vida.
Junto a esa enorme riqueza del Inca existía otro conjunto casi igualmente importante: el
perteneciente al Sol, es decir, el destinado a la religión. Tanto las descripciones antiguas de los
cronistas, como la moderna monografía que Lehmann
Nitsche destinó a la descripción del
Coricancha, nos revelan que el gran templo solar del Cuzco estaba interiormente tapizado de
grandes planchas de oro laminado y que, en el lugar de predilección destinado en las iglesias
católicas al altar mayor, se alzaba una enorme pieza circular de metal áureo, representando a
Inti, es decir, al Sol como divinidad. Esa pieza le tocó en suerte al capitán Leguisamo, quien,
esa misma noche, la perdió jugando a los dados, lo que dio lugar a una letrilla famosa que
corrió de boca en boca en los descansos de los campamentos. Agreguemos que buena prueba
adicional de aquella riqueza religiosa era la pompa con que el Uillac Uma (o Sumo Sacerdote)
aparecía en público, en las grandes ceremonias, cuando condescendía en abandonar su austero
retiro. Se presentaba entonces vestido de blanco, con una cota o sobrepelliz de lana blanca
guarnecida de oro, larga hasta las rodillas y recamada en oro y pedrería, ciñendo su frente con
una gran tiara —la uilca-chucu— especie de patena circular de oro, decorada con la imagen del
Sol. Sobre su túnica ceremonial resplandecían joyas y placas de oro, entre las que se
distinguían, por su tamaño, tersura y brillo, un gran adorno pectoral, que usaba casi sobre la
garganta, consistente en una media luna de plata.
Aunque es muy poco lo que en realidad conocemos sobre la arqueología del gran altiplano de
Bolivia, los hallazgos verificados en algunos lugares, y especialmente los de Tiahuanaco (cuyos
más antiguos estratos son de edad preincásica), revelan la existencia de una industria
metalúrgica bastante adelantada en aquella región. Los materiales trabajados comprenden el
oro, la plata y el cobre. Según el testimonio de algunos de los monolitos antropomorfos,
ratificado por el hallazgo de los correspondientes objetos en los ajuares funerarios, los
habitantes de Tiahuanaco debieron adornar sus vestidos con un buen número de planchuelas y
láminas diversas de metal, representando hombres o animales. Asimismo, debieron rematar
las largas trenzas, que llevaban extendidas sobre la espalda, con pequeñas representaciones
antropomorfas (como lo hacen actualmente las mujeres chipayas en el Altiplano). Los
procedimientos técnicos del trabajo del mineral los realizaban en diversas etapas, de la misma
manera que entre los incásicos. La primera era destinada a la trituración del mineral en bruto;
esto se hacía sobre grandes planchas de piedra, utilizando otras piedras menores a manera de
maza. Luego venía la fundición en hornillos de viento, estratégicamente situados en la cumbre
de los cerros. El de Potosí fue posiblemente explotado, para obtener el mineral de plata, desde
tiempos anteriores a la conquista hispánica. Los invasores blancos redescubrieron el lugar por
la infidencia indígena.
Todavía hoy se conocen aquellas manifestaciones vinculadas con el empleo de los metales, con
nombres tomados de la lengua quichua: las mesas de piedra son denominadas marays y los
hornillos reciben el nombre de huayras. Tales nombres se mantienen, con el sentido original,
en todo el ámbito que alcanzó a influir la cultura incásica: es decir, desde el sur del Ecuador
hasta el noroeste argentino.
METALURGIA PREINCASICA. Este grabado muestra, aumentado, el botón de una de las
grandes orejeras, signo de poder, sisadas desde épocas preincaicas. Según Márquez Miranda.