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ANTROPOLOGIA - Los primeros hombres
LA MANDIBULA DE MAUER
Este resto, bastante completo y bien conservado es, en la opinión de muchos autores, el más
antiguo de cuantos vestigios osteológicos se conocen del hombre. Su rusticidad evidente, el
avanzado estado de su fosilización y otras circunstancias conexas dan la impresión cabal de su
extraordinaria antigüedad. Ella fue encontrada en el pueblecillo alemán de Mauer, a diez
kilómetros al sudeste de la ciudad universitaria de Heidelberg. El hallazgo fue verificado en
un estrato de arenas fluviales (pertenecientes al antiguo lecho del río Neckar), a veinticuatro
metros de la superficie del suelo. Hacia fines de 1908, el profesor Schoetensack, de aquella
Universidad, publicó dicho hallazgo. Las arenas de Mauer contenían una rica fauna fósil, tanto
de moluscos terrestres y fluviales como de mamíferos. Entre estos últimos el elefante antiguo,
el rinoceronte etrusco, osos y una forma arcaica del caballo &mostraban la antigüedad
realmente pliocena del estrato. El hallazgo de la mandíbula, en un medio de tal naturaleza,
acrecienta su valor documental. Ella tiene, pues, la misma edad que dicha fauna fósil.
Además, sus características anatómicas concuerdan, exactamente, con lo que era previsible
para tan grande antigüedad. Tiene un tamaño mayor que el habitual en nuestros hombres
contemporáneos. Toda su conformación es extraordinariamente robusta, condición que se
acrece por la anchura inhabitual de sus ramas superiores. Otro rasgo de gran antigüedad es la
ausencia de mentón. Todas estas condiciones anatómicas la aproximan a las mandíbulas de los
simios. Y así, posiblemente, se la hubiera clasificado si no fuese por las características del
aparato dentario, que son netamente humanas: los caninos son pequeños y no rebasan el nivel
de las otras piezas; los molares tienen los caracteres y las dimensiones que corresponden a los
del hombre actual.
La antinomia existente entre la característica simiesca (o si se prefiere, de bestialización) de la
mandíbula y las tan puramente humanas del conjunto de dientes y muelas en ella engastados,
han llamado poderosamente la atención de los especialistas desde la época en que esta pieza,
tan fuera de lo común, fue conocida. Boule ha hecho notar que el gibón es, entre el grupo de
los simios antropomorfos, el que tiene una mandíbula más parecida a la de este hombre
chelense, aunque alguna otra característica —como por ejemplo el ángulo truncado de la
mandíbula— le asemejan al orangután (y al hombre de Neanderthal, que más tarde
estudiaremos). Algunas pequeñas variantes de la región de la sínfisis se encuentran entre los
simios antropomorfos —especialmente los gibones— y los primitivos australianos (fósiles o
actuales). La superficie interna de la sínfisis tiene también algunas características propias: está
muy echada hacia atrás, lo que en lenguaje antropológico se denomina, y en adelante así lo
haremos, así como la superficie externa, es decir, de la región del mentón, en donde muestra
una pequeña cúpula, como entre los simios antropomorfos, en vez de la saliente que se nota en
los hombres.
Todo este conjunto de elementos morfológicos deja muy poco espacio a la lengua. Por lo tanto,
el juego de este órgano, tan indispensable para la articulación del lenguaje, tiene que haber
sido forzosamente muy reducido. Boule, con toda propiedad, ha podido recordar al respecto
una expresión sumamente elocuente, de Gaudry, cuando al describir al Dryopithecus dice que
es una especie de "intermediario entre el hombre que habla y las bestias que gritan".
La dentición, aunque humana, según se ha dicho, presenta, sin embargo, en un examen
minucioso, algunas características de primitividad. Acaso la principal sea las grandes
cavidades pulparias, persistencia de un carácter infantil recordatorio del estado primitivo de la
dentición de los grandes primates. Otro tanto ocurre con las coronas de los grandes molares
inferiores. En los simios antropomorfos, la corona está formada por cinco dentículos, bien
desarrollados. Entre los blancos el quinto dentículo se presenta atrofiado, o aun ha
desaparecido totalmente, con excepción de un solo molar, en el que todavía persiste. En la
mandíbula de Mauer (como entre algunas poblaciones primitivas fósiles o actuales), el quinto
dentículo puede ser notado, con mayor o menor desenvolvimiento, en todos los casos, pero en
vez de formar una saliente, como entre los simios, aparece disminuido (como en el único molar
en que se conserva entre los hombres blancos) . Por fin, la muela del juicio puede
desenvolverse normalmente, sin los inconvenientes que el borde alveolar ofrece habitualmente
en el hombre moderno.
Puesto a elegir entre clasificar a este resto entre los simios (por la pieza ósea) o entre los
hombres (por la dentadura), Schoetensack se ha inclinado por lo segundo, denominando al ser
correspondiente: Homo Heidelbergensis, es decir, el hombre de Heidelberg. Por su parte,
Bonarelli, que también se ha pronunciado en favor de la tesis de que se trata de restos de un
hombre primitivo, le ha bautizado con el nombre de Palaecoanthropus. A su vez Duckworth lo
considera como un testimonio óseo demostrativo de la existencia, en Alemania, del
Pithecanthropus. No hay nada, sin embargo, que permita tener a esta hipótesis como probada,
si no es una mera coincidencia lógica: la mandíbula de Mauer ocupa, entre la de los simios
antropomorfos y la del hombre actual, el mismo puesto intermedio que la calota del
Pithecanthropus entre las de los ya nombrados. Pero, mientras no se obtenga una mandíbula
completa del ser de Java —de quien sólo se conocen unos pocos dientes—, la opinión de
Duckworth quedará como una mera deducción que sólo contiene de positivo el
reconocimiento de la posición intermedia del tan interesante resto de Mauer.
LUGAR DEL HALLAZGO DE MAUER. El pequeño plano muestra la localidad de  Nfatier, al
borde del río Elzenz y en las proximidades de la ciudad de Heidelberg. en donde se verificó
ese importante hallazgo.
LA MANDIBULA DE MAUER. Esta extraordinaria pieza ósea presenta la inserción dentaria
perfectamente humana en una mandíbula completamente pitecoide.