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ANTROPOLOGIA - Los primates: monos y hombres
SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENTRE MONOS Y HOMBRES
Debe observarse que el conjunto de todos estos caracteres corresponde tanto al hombre como a
los simios, salvo diferencias de cantidad o de detalle anatómico. Este hecho, observado desde
antiguo, ha dado lugar a grandes discusiones de algunos naturalistas que buscaban eliminar al
hombre de una relación demasiado estrecha con los simios, aunque sólo fuera en las
clasificaciones zoológicas Al unos de ellos, Isidoro Geoffroy SaintHilaire o De Quatrefages, se
han fundado en la superioridad de la inteligencia humana o en la religiosidad del hombre para
fundar con él un grupo aparte. Pero, como muchos otros naturalistas modernos lo hacen,
notar, las clasificaciones zoológicas toman como base elementos puramente anatómicos y no
caracteres intelectuales, de manera que resulta totalmente arbitraria esta innovación en cuanto
a la base clasificatoria, que sólo se modifica al llegar al hombre y para servir a su orgullo de
"rey de la creación".
Por eso Darwin, con una ironía muy bien fundada, arguye que: "Si el hombre no hubiese sido
su propio clasificador no hubiese pensado nunca en fundar un orden separado para colocarse
en él". Voltaire y Anatole France han explotado esta misma línea de pensamientos en el campo
de la literatura. Las diferenciaciones establecidas por Buffon (poniendo al hombre en el grupo
de los bitnanos y a los simios en el de los cuadrumanos), y otras tentativas de diferenciación
similares, sobre base anatómica, son tan accidentales y pequeñas que no alcanzan a dar base
racional a la creación de un orden separado. De ahí que aunque nuestro orgullo se sienta
lesionado por la gárrula e inquieta compañía de los monos, no hay manera de separarnos
totalmente de ellos, como lo querían los autores antiguos.
Las diferencias que, sin embargo, existen, aun entre los hombres y los simios antropomorfos
(es decir, los más evolucionados) no dejan por ello de existir, y no debemos —dejándonos
llevar por una corriente inversa a la que venimos criticando— despreciarlas ni subestimarlas.
La primera de ellas es la que se refiere a circunstancias anatómicas vinculadas con la cabeza.
Por un lado, el gran desarrollo alcanzado por la caja cerebral, el cerebro y el encéfalo humanos,
que aun en los menos evolucionados de los hombres primitivos es mucho mayor que el más
desarrollado de los simios antropomorfos. Una consecuencia de esta gran parte de la cabeza
concedida al órgano del pensamiento y a su envoltura ósea protectora, es la correlativa
disminución de la parte relativa al rostro (es decir a la parte estética, no pensante, de la
cabeza), que en el hombre se observa. Todos los antropomorfos, en cambio, presentan un
desarrollo de la cara, especialmente de la parte mandibular (órganos de sustentación animal),
tan vasta que, naturalmente, se logra a expensas de la parte cerebral. Ya Cuvier expresaba esta
regla de una manera insuperable: "el hombre es, entre todos los animales, el que tiene el cráneo
más grande y la cara más pequeña; los animales se alejan tanto más de esas proporciones
cuanto más estúpidos y más feroces se convierten".
Pequeñas diferencias anatómicas, en la garganta, en la forma y manera de inserción de la
lengua en la glotis, traen consigo la obtención, para el hombre, de un elemento de invalorable
eficacia para su vida en común: el lenguaje articulado. Hay un abismo entre los chillidos y
gruñidos de un antropoide —por mucho que pacientes y prolijos investigadores hayan podido
reconocer la existencia de tonos y sonidos que traducen sus ansias, emociones o inhibiciones—
y la clara y dulce facilidad de expresión del hombre. El más sabio de los monos y el menos
ilustrado de los hombres presentarán, desde este punto de vista, una diferencia tan
extraordinaria que constituye, por sí sola, una de las manifestaciones más vivas y perceptibles
de la distancia que media entre simios y hombres. Pero, observemos que este asunto del
lenguaje no es, meramente, dependiente de un problema de inserciones anátomomusculares.
El desarrollo de la inteligencia (mostrado ya por la ampliación de la caja y de su contenido) es
lo que gobierna, en realidad, el mecanismo del lenguaje. Podemos ver a cada paso buenos
ejemplos, y el Pygmalion, de Bernard Shaw, es una prueba magistral de ello, en el terreno de la
ficción teatral.
El aparato dentario difiere, también. aunque más levemente que los otros elementos
consignados, entre los monos y el hombre. Este carece de los caninos sobresalientes, así como
sus cavidades pulparias son menores y el número y disposición de los dentículos coronarios
también es diferente. Pasando al cuerpo —y sin seguir paso a paso variantes más pequeñas,
como serían las referentes a la forma y disposición de algunas vértebras especiales, del mayor
desarrollo de las inserciones musculares en los huesos, etc.—, son las curvaturas de la columna
vertebral las que marcan las más grandes diferencias. En el hombre la columna vertebral se
inserta en la base del cráneo —circunstancia que mantiene horizontal a la cabeza y que ha
permitido a Blumenbach fijar su sistema de orientación, en tierra de los cráneos, para el
estudio de la "norma superior"—, en tanto que en los simios la inserción se verifica en una
posición mucho más posterior, de manera que la cabeza pende hacia delante. El grado de
evolución de los diferentes simios puede ser valorado a través de este detalle anatómico: en los
lemúridos (como entre todos los cuadrúpedos), el agujero occipital ocupa un lugar muy
posterior en la base del occipital; en los otros monos inferiores el agujero occipital está
colocado en algún punto intermedio, más hacia la base; entre los antropomorfos casi alcanza a
la posición humana, aunque no llega a ella, y el gran desarrollo de la parte maxilar del resto
acentúa la diferencia.
PERFILES COMPARATIVOS. Si superponemos los cráneos de un francés medio actual (I), de
un hombre fósil de Neanderthal (2). de un Pithreanihropus (3) y de un chimpancé (4).
observamos fácilmente sus volúmenes decrecientes.