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ANTROPOLOGIA - Los primates: monos y hombres
EL CASO DEL PITHECANTHROPUS
Desde que las teorías evolucionistas de Lamarck, Wallace y Darwin se abrieron camino, los
investigadores de todos los países han estado buscando las pruebas materiales de la unión de
simios y hombres en algún antepasado remoto común. Tentativa tras tentativa, hipótesis tras
hipótesis, fracaso tras fracaso, no han entibiado el ardor de la búsqueda ni fatigado la potencia
deductiva de los creadores de teorías. Pero la prueba material sigue, hasta el presente, difícil y
distante. Sin embargo, allá por 1890, un médico militar holandés, Eugenio Dubois, en misión
en Java, creyó haberla encontrado, y cuatro años después las sociedades científicas
controvertían ardorosamente la memoria en que publicó su hallazgo. Según opinión del
descubridor, el ser que presentaba era nada menos que "la forma intermediaria entre los
Antropoides y el Hombre", es decir, el famoso "eslabón perdido". En efecto, su diagnosis lo
mostraba como absolutamente intermediario entre los dos grandes grupos: "Cráneo mucho
más voluminoso (en valor absoluto y relativamente a la masa del cuerpo) que en los grandes
simios, menos voluminoso, sin embargo, que entre los hombres; capacidad cerebral igual a
alrededor de los dos tercios de la del hombre. Inclinación del plano del occipital mucho más
fuerte que entre los grandes simios. Dentición diferente de la de estos últimos, aunque de
conformación arcaica. Fémur de dimensiones humanas y dispuesto para la marcha en posición
cervical".
AQUI SE ENCONTRO EL PITHECANTHROPUS. Al pie de una barranca, en el sitio marcado
con una P, fueron encontrados los restos del Pithecanthropus, cerca del borde del río Solo (R).
Las capas son: 1, tierra vegetal; 2, toba volcánica arenosa; 3, toba volcánica silicosa; 4, toba gris
con conchillas de agua dulce; 5, toba dura, rayada de blanco; 6, arcilla con vegetales; 7, capa
osífera; 8, conglomerados llamados de Lahar, con elementos volcánicos; 9, capas marinas con
blancos corales. Trazado de acuerdo con un diseño de Boule.
El lugar del yacimiento era al pie de un volcán, en la pequeña población de Trinil. Una capa
osífera contenía al yacimiento del Pithecanthropus. En cuanto a los restos mismos, no fueron
encontrados de una sola vez: en septiembre de 1891 fue hallado uno de los dientes; un mes
después, y a un metro de distancia, se descubrió la calota craneana; en agosto de 1892 el fémur,
a quince metros del cráneo, y días después un segundo diente a tres metros del mismo. La
pieza más interesante es, sin duda, la calota craneana, dolicocéfala, y cuyo aspecto simiesco
proviene, en gran parte, de su achatamiento, pequeña capacidad (pues sólo es de ochocientos
cincuenta centímetros cúbicos), frente huidiza, terminada en una visera ósea continua como la
de los jibones y chimpancés y de otros detalles, de menor valor demostrativo, pero
significantes, en su conjunto, del lugar intermedio que quería dársele. Ciertamente, si a algo se
parecía esta calota extraordinaria era a la de los chimpancés y gibones, aunque difería de las de
ellos en algunas características anatómicas, humanoides, desconcertantes. Dubois la
comparaba con el cráneo de un gibón, aumentado dos veces. Boule, a pesar de toda su
circunspección, admite que "es realmente intermediaria entre la de un simio, como el
chimpancé y la de un hombre de calidad verdaderamente inferior, como el hombre de
Neanderthal". Los dientes eran igualmente extraños. Más robustos que las más voluminosas
denticiones humanas, dotados de fuertes raíces, muy divergentes, como las de los simios,
tenían coronas de un desarrollo transversal mayor que el longitudinal, como entre los
hombres. Gregory los ha encontrado muy parecidos a los del Dryopithecus. Otros autores los
encuentran similares a los del orangután.
Y ¿qué decir del fémur? Tiene la ventaja de ser una pieza completa. Más aun que completa,
pues una exostosis voluminosa e irregular, al nivel de las líneas de bifurcación de la línea
áspera, agrega un callo óseo a esa pieza ya de por sí robusta. Dubois, haciendo hincapié en la
manera de inserción de los músculos (fuertemente marcada), y especialmente del gran
aductor, considera que este ser tenía el hábito de trepar a los árboles. Este régimen de vida
arborícola estaría dentro de la línea de su prehumana condición. Lo notable es que, pese a su
robustez, morfológicamente considerado este hueso es netamente humano, al extremo de que,
en opinión de numerosos autores, y especialmente de Boule, "si hubiese sido encontrado solo
no se habría dudado en atribuirlo a un hombre plioceno". Si extremamos la consideración de
los detalles del hallazgo, veremos, sin embargo, que bien puede argüirse que el fémur fue
encontrado solo (cosa que parece habérseles escapado a buena parte de los comentaristas),
puesto que, como se recordará, se lo encontró a quince metros de la calota craneana, distancia
más que suficiente para que pudiera pertenecer a dos seres diferentes: un simio y un hombre.
COMPARACION DEL PERFIL DE VARIOS CRANEOS. Los más pequeños corresponden a los
gibones, recubiertos por varios que corresponden a los diversos tipos de chimpancés. La línea
negra, gruesa, corresponde al Pithecanthropus y la última (superior) a los hombres de
Neanderthal. Tales perfiles tienen relación directa con el crecimiento del cerebro y cerebelo.
En la época en que Dubois lanzaba a la circulación sus extraordinarios descubrimientos, la
moda imperante era la de los philums, más o menos hipotéticos. No es extraño, pues, que él —
adoptando la clásica figura del arbolito genealógico—, tratara de explicarnos, gráficamente, la
ubicación del ser que había descubierto en sus relaciones con los monos antropomorfos. los
cinomorfos y el hombre. Este cuadrito genealógico —que comparado al que nos podría ofrecer
nuestra experiencia de hoy tiene la simplicidad de un dibujo de niño— fue imitado por Keith,
Gregory y Osborn y, finalmente, por otros, tales como Volz y el propio Route. Era la época en
que, al conjuro del evolucionismo, todos los naturalistas practicaban este género de philums,
inocentes e intrascendentes. Gráficos filogenéticos en forma de árbol genealógico hicieron
Haeckel y Zittel, en la estudiosa Europa. y Crone y Marsh en Estados Unidos, así como
Ameghino en la Argentina.
El mismo Boule, sin embargo, a pesar de su gráfico, de buscada simplicidad docente, nos
advierte que así como hay ciertas formas fósiles que marcan la tendencia de algunos primates
inferiores a elevarse hacia formas simiescas superiores, de la misma manera el
Pithecanthropus mostraría la tendencia de una forma de simioantropoide a elevarse a una
forma superior, análoga y paralela a la forma humana. Sería un brote de la rama gibón, más
evolucionado, más especializado que los brotes vecinos, y que se habría agotado desde el
comienzo, quizás a causa de esa misma especialización.
Por lo tanto, para Boule, el Pithecanthropus no pertenecería a la línea ancestral del género
Homo. Los caracteres más o menos "humanos", que presenta, serían de convergencia y no de
filiación. Esto se vincula con la concepción que el mismo autor presenta de una visión
dinámica y moderna de la paleontología, mostrándonos las ramas filéticas cada vez más
tupidas, ricas en variaciones e independientes entre sí. Estas consideraciones son, pues, una
ventana abierta hacia los nuevos hallazgos, tan llenos de contenido y tan expresivos de esa
diversidad esencial de las formas que la naturaleza nos presenta y que, al complicar
gradualmente los problemas, a medida que avanzamos en el conocimiento de los hechos, nos
muestra que la realidad es mucho más varia, generosa y genial, que nuestras propias y pobres
adivinaciones de hombres.
POSICION DEL PITHECANTHROPUS. Los tres árboles genealógicos muestran las diversas
opiniones de los autores respecto al philum del ser hallado en Java.