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ANTROPOLOGIA - El hombre paleolítico
LAS INVESTIGACIONES ANTROPOLOGICAS RESPECTO AL PALEOLITICO INFERIOR
Desde la época, que hoy nos parece tan asombrosamente remota, en que Boucher de Perales
exhibía ante sus incrédulos auditorios la famosa mandíbula de Moulin Quignon, muchos son
los restos humanos, pertenecientes a hombres del Paleolítico, que han sido excavados por los
prehistoriadores europeos. La paleoantropología o, si se prefiere, la Paleontología humana —
como gusta denominar a esta disciplina el profesor Boule—, ha sido preferentemente
ejercitada en Francia, en donde no es extraño, por ello, que sea el país de Europa del cual se
han extraído más restos humanos fósiles.
El esqueleto más antiguo quizá sea el hallado en el ya conocido yacimiento de Le Moustier, en
la Dordoña, encontrado en 1908 y que se hallaba depositado en el Museo de Etnología de
Berlín. Aunque no todas las opiniones estén totalmente de acuerdo, pues mientras Hauser y
otros suponen que pertenece al período musteriense inferior, algunas otras autoridades lo
atribuyen a uno de los niveles del musteriense superior, lo cual rejuvenecería
considerablemente su edad.
El individuo enterrado allí era un adolescente, de unos dieciséis años de edad. El conjunto de
los restos demostraba la existencia de un verdadero enterratorio, así como la colocación misma
del cuerpo lo revelaba: la mejilla derecha descansaba sobre el codo del brazo derecho, el brazo
replegado permitía que la mano tocara la cabeza y ésta se apoyaba sobre un montoncillo de
fragmentos de sílex. Junto al brazo izquierdo, extendido a lo largo del cuerpo, se hallaron un
hacha de mano y una raedera, ambos de tipo netamente musteriense.
La posición de este hallazgo, así como el acompañamiento de un pequeño ajuar funerario se
ratifican en otros hallazgos, hechos también en 1908 y años posteriores, pertenecientes al
musteriense medio. Los abates Bouyssonie y Bardon, en una pequeña gruta de La Chapelle
aux
Saints (Corréze), hicieron el primer hallazgo; Peyrony, en los años 1909-1911, lo ratificó
reiteradamente. En todos los casos se trataba de verdaderas sepulturas, en donde los muertos
yacían extendidos o bien con los miembros flexionados. El brazo derecho se presentaba en
algunas ocasiones, replegado como para apoyar o tocar la cabeza. En otras, las piernas,
encogidas hacia el tronco, parecían indicar que el cadáver hubiese sido, originariamente,
mantenido en esa postura por medio de ligaduras. Hasta niños aparecían sepultados en
pequeñas fosas individuales.
Estos hallazgos de Peyrony, en La Ferrassie (Dordoña), son, a su vez, confirmatorios de los que
Puydt y Lohest habían ya efectuado en 1886, en la localidad de Spy, en Bélgica. Todos ellos
pueden atribuirse al musteriense, ya medio (en el primer caso), ya final (en el segundo). Es
también a este período al que pertenece otro hallazgo, el de La Quina (Charente), en donde fue
hallado un cadáver, en un nivel tan fangoso que hacía suponer se tratase de un ahogado.
Algunos autores han supuesto la tesis que de tales circunstancias del yacimiento, podría
inferirse la existencia de un rito funerario consistente en la exposición de los muertos en el
agua. Esta opinión es por demás atrevida y sería necesario un hallazgo de nuevos restos en
tales condiciones para que pudiera ser sostenida con mayor verosimilitud. Un conjunto de por
lo menos once esqueletos rotos, y en parte calcinados, de la misma edad musteriense, permiten
a algunos prehistoriadores suponer que son demostrativos de la existencia de la antropofagia.
También para ellos cabría solicitar una espera hasta el hallazgo de pruebas ratificatorias. Estos
restos son los que fueron encontrados en Krapina (Croacia) por Gorjanovic Kramberger. Esta
abundancia extraordinaria de restos contrasta vivamente con el solitario hallazgo, también
musteriense, de un fragmento de mandíbula, que Maska encontró, en uno de los últimos
rincones de la cueva Sipka (Moravia), a casi 1,50 mts. de profundidad, bajo un espeso estrato
de cenizas.
Para cerrar esta enumeración —que no aspira a ser completa— de restos antropológicos
pertenecientes al Paleolítico inferior, convendría señalar algunos más cuya edad no es posible
determinar exactamente, por deficiencias del hallazgo o de extracción, pero que podemos
datar, de una manera general, dentro de aquella vasta época. Las mandíbulas de Malarnaud,
Arcy sur Cure, La Haulette, así como el fragmento de mandíbula de Gourdau, son otros tantos
hallazgos franceses ratificatorios de la amplia obra realizada por los prehistoriadores de esa
nación.
Fuera de Francia, sin embargo, podemos señalar para ese período musteriense algunos
hallazgos de interés: el cráneo de Gibraltar, sin duda el resto más completo, representativo del
cuaternario español, que fue encontrado en 1848 (lo cual explica sus defectuosas condiciones
de hallazgo, sin estatigrafía bien definida ni indicación de la fauna fósil que le acompañaba) y
(pie no fue dado a conocer hasta 1864. Su remota antigüedad, sin embargo, puede inferirse por
las propias condiciones antropológicas, pues Boule, que lo ha examinado, le encuentra rasgos
de tan alta primitividad, que lo incorpora al tipo de Neanderthal. También español es el
hallazgo verificado por Alsius en Bañolas (Gerona), en 1887. Se trata de una mandíbula,
incrustada en un bloque de travertino muy duro. Su gran arcaísmo se muestra en su
rusticidad, el espesor de su rama transversal y las características dentarias.
Alemania nos ha permitido hallar, en 1856, en el valle de Neanderthal (cerca de Düsseldorf),
en una gruta, varios fragmentos de bóvedas craneanas y porciones de huesos largos y de otros
restos humanos, pertenecientes todos a un solo individuo. La forma grosera e inexperta en que
se verificó la extracción redujo notablemente las posibilidades de estudio de tales restos.
Finalmente llegaron a manos de Fuhlrott, quien los estudió. Como en el caso anterior, estos
restos han tenido que hablar por sí mismos. Su estado de fosilización era muy grande y,
aunque ello no sea siempre una regla absoluta, hace presumir notable antigüedad. Obermaier
hace notar, con bastante gracia, que "de haber hecho esta observación en un principio (su
investigador), se hubiera evitado el atribuir estos restos a un eremita de los tiempos
medievales o a un cosaco ruso del año 1814". Para concluir, recordemos el hallazgo de la
mandíbula incompleta de Ochoa, encontrada en la gruta de Schwedentisch (Moravia), hallada
en compañía de una fauna cuaternaria de clima frío, entre restos de cenizas y carbones, que
parecían indicadores de la existencia de hogares cuaternarios.
EL HOMBRE DE NEANDERTHAL. De entre los cráneos de este tipo de hombre fósil, éste es
uno de los mejor conservados. Se trata de un ser joven. Sus características de primitividad —
robustez ósea, especialmente mandibular, frente huidiza, órbitas muy grandes, ausencia de
mentón— son las acostumbradas.
EL HALLAZGO DE NEANDERTHAL. El primer hallazgo de restos de hombre fósil de tipo de
Neanderthal fue hecho en dicha localidad, en 1856. He aquí dichos restos, vistos de costado.