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AGRICULTURA - Hortalizas
FERTILIZANTES
Si pensamos que año tras año en cada cosecha se extraen de la tierra infinidad de nutrientes y
que esta pérdida se produce en forma continuada desde hace años, sin que jamás o muy
pocas veces se le restituyan los elementos cedidos, llegaremos a la conclusión de que, a corto
plazo, zonas enteras se verán convertidas en áreas estériles. En realidad ya suman millones
las hectáreas de tierra que se encuentran agotadas o cansadas, según el decir de los
agricultores.
Es que los elementos minerales son absorbidos por las plantas cultivadas, y
nunca más
vuelven al lugar originario: la tierra.
Las malas prácticas de labranza ponen en libertad anualmente millones y millones de
kilogramos de tierra fina, que los vientos y las aguas arrastran ciegamente, llevándose así
muchos kilogramos de calcio, fósforo, nitrógeno, potasio y demás elementos valiosos desde el
punto de vista alimenticio.
Con la finalidad de moderar por lo menos estas pérdidas, se aconseja, donde
económicamente es posible, el agregado de abonos o fertilizantes.
Entre los abonos orgánicos, el estiércol, las harinas de ciertas semillas, la sangre desecada,
etc., son muy recomendados y en general agregan nitrógeno al suelo.
El salitre o nitrato de Chile y el sulfato de amonio, que restituyen al suelo nitrógeno; los
superfosfatos y escorias Thomas (subproducto de la elaboración del acero), ricos en fósforo; y
el nitrato de potasio, que incorpora potasio, constituyen los abonos inorgánicos más comunes.
Entre los llamados abonos verdes, las especies leguminosas, como ya se dijo, son sumamente
recomendadas y obran como abonos completos, pues al descomponerse devuelven al suelo
sus elementos constitutivos.
La forma y época de aplicación varía y es particular para cada abono.