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AGRICULTURA - Frutales
La fruticultura americana comienza con la llegada de los primeros exploradores, quienes
trajeron desde sus países de origen semillas, estacas, etc. Las especies que primero se
difundieron fueron aquellas de más fácil vegetación, que sin necesidad de injertarlas, dan
plantas semejantes a la planta madre.
Al hablar de frutales es indispensable referirse en forma muy especial a todos los factores que
inciden en la producción, tales como factores ecológicos, cuidados de la planta,
enfermedades, etc., causas éstas, que si bien influyen poderosamente sobre los cereales, en el
caso de los frutales multiplican su importancia por tratarse de un cultivo intensivo, en el cual
una sola planta siempre tiene un gran valor.
FACTORES ECOLOGICOS. Por factores ecológicos se entienden todos aquellos que
constituyen el medio ambiente en el cual se desarrolla la planta, es decir, clima y suelo. Estos
factores pueden hasta un cierto límite compensarse entre sí, por ejemplo, poca agua se
compensa con un suelo de gran fertilidad. En forma sintética expondremos en qué forma
influyen cada uno de los factores climáticos y edáficos sobre los frutales:
Luz. Al favorecer la fotosíntesis aumenta la producción de la planta. La calidad de la fruta
depende en gran parte de la luz; cuanta más luz, mejor sabor, color y conservación, pues ésta
está ligada a la cantidad de hidratos de carbono que queden en la fruta.
CALOR. Todas las funciones que determinan la actividad de la planta, tales como:
asimilación del carbono, actividad de las diastasas, brotación, función radicular, floración,
fecundación de las flores, maduración de la fruta y nitrificación, tienen sus temperaturas
mínimas y máximas, fuera de las cuales se suspende dicha actividad, existiendo una
temperatura óptima en la cual la función llega a su máximo.
HUMEDAD. Basta saber que el protoplasma contiene un 75% de agua, para darse cuenta
inmediatamente de la importancia del agua. Por otra parte, sin dicho elemento no sería
posible la absorción de las sustancias alimenticias, ya que éstas necesitan ser disueltas
previamente y son conducidas a todas las partes de la planta utilizando el agua como
vehículo. El agua de que necesita disponer la planta puede venir de las lluvias y del riego. Es
indispensable que ambos sean oportunos y en cantidad suficiente. Ahora bien, hay que tener
en cuenta que el exceso es tan perjudicial como la falta. Una lluvia excesiva durante la
floración puede comprometer la cosecha, pues arrastra el polen de las flores y diluye el
líquido estigmático, impidiendo la fecundación y, por lo tanto, la formación de frutos. La
excesiva humedad en la tierra produce una desecación continua, y no permite a la planta su
descanso invernal ni, por consiguiente, el engrosamiento del tallo.
VIENTO. La circulación del aire es sumamente beneficiosa y la utilidad de los vientos
depende de diversas características, tales como velocidad, temperatura, grado higrométrico,
etc. El viento moderado es benéfico, pues ayuda la polinización de las especies anemófilas;
pero si es excesivo puede llegar a impedir la fecundación, pues seca el líquido estigmático y
provoca la dehiscencia de las anteras antes de que el polen esté maduro. Un viento fuerte
ocasiona choques de las frutas entre sí, produciéndoles magulladuras que pueden llevar a la
pudrición; seca la tierra, formando una costra que impide la penetración del agua y del aire.
Para protegerse de su acción perjudicial se construyen los cercos vivos, que consisten en
rodear a la plantación de especies arbóreas que atenúan la fuerza de los vientos, aminorando
su velocidad. Las especies empleadas con este fin son muy diversas, dependiendo de las
características regionales. El alcance de la protección del cerco vivo, depende de su altura. Se
calcula que la protección llega a 20 veces su altura.