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INFLAMACIONES

ANGINA DIFTÉRICA O CRUP


También conocida como angina membranosa, cuenosa, peliculosa, pultácea, caseiforme: difteritis; esquinencia maligna. Crup

Con estos diferentes nombres se designa la inflamación especial de la garganta, caracterizada por la falsa membrana que se extiende en capas sobre las fauces, se reproduce durante un tiempo ilimitado, tiende particularmente a invadir las fosas nasales y la laringe. Pero el peligro de la angina diftérica no procede de la existencia de la falsa membrana; es una infección general de la economía que puede acarrear la muerte, quedando la falsa membrana limitada a la faringe sin llegar a obstruir las vías respiratorias; pero, si llegase a taparse, podrá ocasionar la asfixia.

La enfermedad principia por calofríos, dolores de cabeza, cansancio general, hastío, fiebre, a veces vómitos; algunas horas después se declara dolor de garganta. Examinando el fondo de la boca se encuentran las amígdalas cubiertas con una membrana blanca, que se extiende progresivamente.

El enfermo respira con la boca abierta, y siente dificultad para tragar, hínchanse las regiones laterales y superiores del cuello, y toda la fisonomía expresa la ansiedad. Si la enfermedad tiende a curarse, la fiebre disminuye al cabo de 5 a 6 días, la piel recobra la frescura, la cefalalgia y la ansiedad desaparecen; el dolor de la garganta disminuye; cesa la reproducción de las falsas membranas.

Cuando la enfermedad debe terminar fatalmente, todos los síntomas locales y generales aumentan. El rostro se altera de un modo notable, la fisonomía permanece triste y abatida; el enfermo rechaza todo alimento sólido y toda bebida; el dolor de garganta, flojo por si mismo, exprésase con los esfuerzos que hace el enfermo para tragar o para desembarazarse de las mucosidades faríngeas; la voz enronquece y se apaga, hay insomnio; el pulso, rápido en los primeros días, tórnase casi imperceptible y a veces lento; la inteligencia subsiste íntegra, mientras que a veces se delira en los últimos instantes de la vida. Esta enfermedad es contagiosa.

Tratamiento.

Administrar un vomitivo de ipecacuana, tocar la garganta tres o cuatro veces por día con un pincel mojado en jugo de limón, en agua tónica, en solución de percloruro de hierro o en tintura de iodo. Gargarismo con clorato de potasa. Insuflación de flor de azufre en las fauces para destruir los gérmenes vegetales que, según el Dr. Barbosa, son el origen de la enfermedad local y de la afección general secundaria.

Hacer inyecciones en la garganta con agua de cal. Estas inyecciones o irrigaciones se hacen muchas veces al día, con jeringa, poniendo el enfermo su cabeza inclinada sobre una palangana. Cauterizar la garganta con ácido clorhídrico puro, o mezclado con miel a partes iguales. El modo de proceder va señalado en el artículo Crup.

Cauterizar con solución de nitrato de plata (agua destilada, 3 gramos; nitrato de plata cristalizado, 1 gramo); o con lápiz de piedra infernal, no dejando hacia afuera más que una parte pequeña. No teniendo esta precaución, la piedra, infernal puede romperse, ser tragada y causar la muerte. Internamente: pastillas de clorato de potasa, sulfato de quinina, cubebas a la dosis de 4 gramos de 3 en 3 horas, copaiba, poción con percloruro de hierro, vino de quina. Agua con vino para bebida ordinaria. Rociar el cuarto con licor de Labarraque, con solución de cloruro de cal, o con agua fénica.

Aislar de las demás personas al enfermo tanto cuanto las circunstancias lo permitan, por espacio de 2 a 4 semanas, sobre todo de los niños, que son más expuestos al contagio que las personas mayores. Tratamiento por el suero antidiftérico.

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