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FORMAS MEDICINALES

CONSERVACIÓN DEL JARABE


La conservación de un jarabe depende en parte de su grado de concentración. El jarabe que no ha sido cocido suficientemente, tarda poco en fermentar; cuando se ha cocido demasiado, deposita cristales que se pegan en el fondo de las botellas, y el jarabe que queda está en las mismas condiciones que en el primer caso. Con alguna experiencia, al hacer un jarabe, se puede conocer su grado de cocimiento a simple vista; también se puede conocer por medio de la balanza, pero comúnmente se hace uso del areómetro llamado pesa-jarabes, que da indicaciones mucho más precisas. El jarabe simple y los jarabes preparados con una sola sustancia, así que hierven, deben marcar 29° en invierno y 30° en verano, o fríos 34° y 35°; los jarabes compuestos de dos o más sustancias, de 30° a 32° en ebullición, o 33° a 37° después de enfriados. La densidad del jarabe simple hirviendo es de 1,300, y del jarabe frío 1,385. También se puede conocer la densidad del jarabe por medio de la balanza: un vaso que pesa 100 gramos lleno de agua destilada, debe pesar 130 gramos lleno de jarabe.

La limpidez es la causa de conservación, y una condición que deben de tener los jarabes. Azúcar de buena calidad, la filtración o la clarificación con albúmina, bastan por lo común para llenar este fin.

A pesar de todas las precauciones, sucede que los jarabes suelen fermentar. En este caso conviene ponerlos al fuego y hervirlos, pero necesario es después añadirles un poco de agua, a fin de reemplazar la que se ha evaporado durante la ebullición. Los jarabes, así arreglados, deben considerarse como alterados. La adición de una corta cantidad de alcohol, a los jarabes en fermentación, hace que ésta se interrumpa al momento, y también hace desaparecer todas las burbujas de aire y de espuma; sin embargo, este medio no siempre basta. En vez de alcohol, se puede emplear la tintura alcohólica de base idéntica a la del jarabe.

Para conservación de los jarabes en botellas, háse propuesto el método de Appert o una modificación suya; esto es, embotellar los jarabes cuando hierven. Háse propuesto además la conservación de las botellas echadas a la manera del vino, o tapadas con corchos lacrados o tapones impermeables. Un procedimiento muy sencillo es el que consiste en dejar echadas las botellas llenas de jarabe durante algunas horas, de modo que los corchos puedan impregnarse bien del líquido azucarado, y colocarlas después en pie. Otros han propuesto el echar sobre el jarabe embotellado, sin agitar la botella, una capa de jarabe de azúcar o de goma. Cualquiera que sea el medio empleado, las botellas deben estar bien secas, antes de verter en ellas el jarabe; conviene también volverlas boca abajo para absorber la humedad de la superficie si el jarabe ha sido embotellado caliente; evitar el no llenarlas bien, y guardarlas en lugar fresco y seco. Para conservar los jarabes en botellas mal llenas, se aconseja introducir en las botellas un fósforo (palillo para encender lumbre) en el momento en que el azufre se inflama, retirarlo inmediatamente y encorcharlas bien.

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