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FIEBRES

HISTORIA DE LA INFLUENZA


En 1824 se declaró en las Indias orientales, donde la consideraron como enfermedad nueva. En 1828, en la Martinica, Guadalupe, Barbada, Curazao, Bogotá. Más tarde en las islas de Cuba y de Jamaica, Nueva Orleans, Boston, Nueva York, FiladelFia. El Brasil quedó al abrigo de sus ataques hasta 1846, época en que lo invadió casi generalmente. Apareció en África en los años 1843, 1848 y 1856. En 1864 manifestóse en Cádiz, invadiendo a 14,000 personas.

Las descripciones de la enfermedad hechas en estos diversos países y ocasiones concuerdan con los síntomas generales, arriba indicados, observados en Río de Janeiro.

El año 1889, cuando después de los días felices de la Exposición Universal y a pesar de la gran afluencia de extranjeros, la mortalidad no había sido nunca tan baja, lo cual hacía creer a París en un año excepcionalmente benigno, en los primeros días de diciembre, la influenza, o la grippe, para llamarla por su nombre francés, aparecía súbitamente en la capital con carácter epidémico.

Venía de San Petersburgo, después de pasar por Berlín y Copenhague y se corría a España, causando, en Madrid sobre todo, verdadero pánico, extendiéndose después al otro hemisferio y principalmente a los Estados Unidos.

Los doctores Brouardel, presidente de la Junta consultiva de Higiene pública de Francia, y Proust, profesor de Higiene de la Facultad de París, encargados de estudiar la epidemia, depositaron, en la primera quincena de diciembre, un informe que consignaba la existencia, no de una enfermedad nueva, sino de una epidemia de grippe, benigna en sus síntomas y marcha y curable en cuatro o cinco días.

La epidemia invadió pronto toda la población no habiendo barrio, calle, ni familia que no fuese atacado. La mortalidad aumentó considerablemente llegando a registrarse en una semana 2,083 defunciones. La población se alarmó, llegando a reinar verdadero pánico. Sin embargo una epidemia de grippe no era cosa nueva para los parisienses, pues muchos de ellos recuerdan todavía la de 1837; y remontando siglos atrás se comprueba que de tiempo en tiempo la población se ha visto invadida por epidemia semejante, siendo singular que ni la aparición, la marcha, ni los síntomas han variado a pesar de los progresos de la riqueza y bienestar públicos y de las modificaciones que una higiene más racional ha impreso en la vida social.

La epidemia de 1580, que atacó inmenso número de personas; la de 1675, la de 1733, las de 1743, de 1762, de 1775, de 1782, todas presentan el mismo aspecto. En 1803, en 1830 y 1833, nuevas apariciones de la grippe.

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