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ENFERMEDADES DEL SISTEMA CIRCULATORIO

TRATAMIENTO DE LAS HEMORROIDES


Los flujos sanguíneos que sobrevienen en épocas más o menos regulares en los individuos fuertes, pictóricos, lejos de alterar la salud, dejan una especie de bienestar y deben ser respetados, pues constituyen un emuntorio natural, propio para desembarazar el organismo del exceso de sangre que tiene. Además, si este corrimiento no se efectuase, si el individuo experimentara dolores de cabeza, cansancio general, peso en el recto, epistaxis, hemoptisis, algún ataque de gota y otros signos de plétora, preciso es provocar el flujo hemorroidal con semicupios de agua caliente, con aplicación de sanguijuelas en el ano, o con la administración de píldoras de acíbar.

Conviene abandonar completamente a sí mismas todas las hemorroides externas o internas, chicas o grandes, cuando no ocasionan dolor ni anemia; y, en verdad, el número de estos casos inofensivos es considerable. Necesario es mantener el vientre corriente con lavativas de agua fría o templada, o con purgantes suaves, y seguir un régimen compuesto en su mayor parte de vegetales.

Si los tumores fuesen doloridos e hinchados, emplear los semicupios de agua templada, lavativas de linaza, aplicaciones de manteca de cacao, de ungüento populeón, de linimento de Cuchan, de pomada antihemorroidal, de bálsamo tranquilo.

Empujar los tumores hacia el interior del recto, a fin de evitar la estrangulación que puede ser ocasionada por el esfínter del ano; a veces hay que aplicar sanguijuelas en el ano o hacer punciones en los tumores con láncela.

Si los dolores procediesen de heridas en los tumores hemorroidales, tocar estas con piedra infernal. Aliviase el doliente afectado de hemorroides, reduciendo el tumor en el recto, y manteniéndolo por medio de una bola de marfil sujeta al muelle que se asegura en una venda tersa y elástica. Si sobreviniere grande hemorragia, que debilite al enfermo, aplicar la piedra infernal en el sitio que da la sangre, o un pincel mojado en la solución de percloruro de hierro.

Las hemorroides que deben ser combatidas son las que ocasionan graves hemorragias, y las que forman tumores grandes, irreductibles y en extremo dolorosos.

La operación a la cual se debe recurrir desde luego es la dilatación forzada del músculo esfínter del ano. Practícase con los dedos o con un espéculo bivalvo introducido en el recto, y mantenido allí por espacio de tres minutos. La dilatación hace cesar el estrangulamiento de los tumores hemorroidales y el dolor que procede del esfínter contraído. El alargamiento de las fibras del esfínter producido por la dilatación forzada, se puede comparar al fenómeno que presentaría un anillo de cautchuc que se dilatara, o un muelle de algún metal que se estirase por sus extremidades: llegaría el momento en que perderían la propiedad de volver a su estado primitivo. La dilatación del esfínter anal no hace desaparecer las hemorroides, pero hace que cesen los accidentes que ellas ocasionan, y sobre todo las hemorragias abundantes.

Las demás operaciones propuestas contra las hemorroides son: las punciones practicadas sobre el tumor; las anchas incisiones; la extirpación con tijeras o bisturí; la ligadura; la cauterización, con hierro incandescente o con ácido crómico, azoico, o con el nitrato ácido de mercurio. Estas operaciones son muy dolorosas, exponen a la infección purulenta, y pueden dejar una cicatriz cuya retracción puede estrechar el recto.

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