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ENFERMEDADES DE LA PIEL

VACUNA ANTIVARIÓLICA, FLUIDO O LINFA VACCÍNICA


Virus particular, dotado de propiedad antivariólica, descubierto en 1798 por el Dr. Jenner, en Inglaterra, en las pústulas de las ubres de las vacas. Las vacas tienen a veces en la ubre granos cuya materia, comunicada al hombre, produce granos enteramente parecidos, y susceptibles de trasmitir la misma erupción a otras personas del mismo modo, y esto indefinidamente.

Esta erupción presenta la admirable particularidad de preservar de las viruelas, o al menos de debilitar sus efectos.

El líquido que entumece las pústulas vaccínicas al séptimo día es transparente, incoloro, viscoso, sin olor, y muy parecido a la serosidad de los vejigatorios. El carácter esencial de la linfa vaccínica preservativa es la viscosidad; cuando se pica una pústula con la lanceta, la linfa no debe salir sino lentamente, y debe reunirse en forma globular; una gota debe formar hebra entre los dedos corno si fuese jarabe. Tal es comúnmente esta linfa del séptimo al octavo día después de la inoculación, época en que conviene emplearla cuando se trata de vacunar a otros individuos.

Cuando no se puede vacunar de brazo a brazo, esto es inocular luego en un individuo la linfa vaccínica tomada en aquel mismo momento, se recoge la tinta entre dos vidrios, cuyos bordes se unen después con cera. Sécase allí al cabo de algunas horas, y se pega a los vidrios íntimamente. Entonces conviene desleiría en una corta cantidad de agua con la punta de la lanceta. Se puede también conservar la linfa vaccínica en tubos de vidrio. Estos tubos tienen 14 milímetros de largo y son capilares en las extremidades: para cargarlos de vacuna, dánse varias punzadas en las pústulas vaccínicas, y se aproximan sucesivamente las gotas a la extremidad más aguda de estos tubos, en los cuales se introduce la linfa por razón de la capilaridad que tienen; cuando solo les falta 2 milímetros para estar llenos, ciérranse ambos orificios acercándolos a la llama de una vela, y cúbrense después con lacre.

Para trasportar estos tubos sin riesgo de que se rompan, se meten encañones de plumas, llenos de salvado o de serrín de madera, y se tapan con cera. Esta linfa, así guardada, conserva todas sus propiedades por muchos meses, y aun muchos años. Para servirse de ellos se rompen ambas puntas del vidrio, y se adapta a una de ellas un cañito de paja o de vidrio, y apoyando la otra punta sobre una lámina de vidrio, se sopla suavemente; la linfa vaccínica corre así del tubo hacia la lámina, y se emplea del mismo modo que cuando se vacuna de brazo a brazo.

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